Veinticuatro

Vio como se retiraba el novio de Oneida y entonces permitió que se hiciera más notorio su interés y su sonrisa.

"Entonces... ¿me decías? ¿De quién es exactamente la pintura?"

Casi podía jurar que con el solo nombre del autor del regalo que, como travesura sonaba más que delicioso, podía saber de quién era el favorito, aunque, tratándose de Oneida, casi podía deducir quién sería la persona a la que le daría un pequeño ataque de rabia cuando se enterará del cuadro que seguro terminaría en su galería... sólo por diversión.

Catorse de Febrero,bonita fecha para quienes están enamorados, por suerte o por desgracía no tenía que ver con ella.
aunque se encontraba en aquel evento que anunciaba el periódico.

No sabía que hacía allí, púes no conocía a nádie,aunque los asistentes parecian conocerse entre ellos,a lo lejos creyó ver alguna cara conocída,pero lo dejo pasar ,se dirigió a la sala donde estaban todos reunidos, cogió una copa y sin dar ni un solo sorbo, se sentó en una mesa observando a los invitados de aquella casa.

Se remojó los labios con malicioso placer antes de sonreir y decir lenta y pausadamente, para que todo el odio escapara de sus labios en una fragante pincelada y Zina entendiera el maravilloso placer que resultaba su regalo a ella, qué significaba y de antemano provara toda esa magia deliciosa de portarse mal con la que soltó:

"Jackson... Pollock", dándole un trago inmediatamente a su bebida, con una sonrisa pintada en los labios que amenazaba con no irse nunca. Pocas cosas disfrutaba en compañía de Zina tanto como esta, la que las había unido, posiblemente. Aclaró después, tras despegarse la copa de los labios, "¿Esa que compré para molestar a mi hermana que no podía y que tenía en una galería en Nueva York?"

Esa por la que Svetlana la imbécil se desvivía y que en sus narices había comprado en Londres y mandado a Nueva York para que no pudiera verla. Oneida podía no ser calificada con muchas adjetivos negativos pero 'rencorosa' seguro que sí, y si su hermana no se merecía lo que hacía después de que la había molestado toda la vida y había tratado de quitarle la herencia de su padre, entonces no sabía qué sí.

"Ahora es toda tuya."

Svetlana Kozlova iba a odiarla, a Oneida y a ella misma por eso, por tener lo que ella no iba a poder...

Seguramente el placer de saber eso era mucho mayor que el que pudiera sentir Svetlana de poder poseer aquella pieza, lo que justificaría su destino, sino, poco le importaba. Ver la cara de Svetlana cuando se enterara sería el verdadero regalo en esta ocasión y esa sonrisa de ligera maldad y complicidad se dibujó en sus labios al saber que sería el mejor de todos los regalos esa noche.

"Me encargaré de hacerla llegar a mi colección" soltó las palabra sintiéndolas aún más agradables que el licor en su paladar. "Estoy segura que será una real sorpresa para mis futuros invitados"

Y por invitados, casi se refería únicamente a las hermanas Starkova.

Un buen rato de la noche estuvo escabuyéndose de la mirada de Zina pero eventualmente fue imposible, ella lo encontró, lo alcanzó y dictó su sentencia de muerte con una mirada que decía todo, eso, que moriría. Por lo mismo pudo darse por vencido sobre su existencia y prestarle atención a la mujer hermosa que había aceptado ir con él a aquella fiesta a pesar de que era San Valentín y se suponía que era una fecha de pareja y allí estaban... en una reunión social donde ambos estaban como medio en el limbo.

Para él en realidad la fecha significaba casi nada, de más chico nunca había tenido novias en San Valentín y cuando más grande lo que festejaba ese día era precisamente eso, el cumpleaños de Zina, no estaba acostumbrado a pensar en otra cosa y sabía que eso no le iba a caer en gracia a Elysa pero para su mala suerte, estaba un poco de trabajo, viendo que todo estuviera bien, de acuerdo a los planes, que nada quedara mal, que estuviera todo en orden y por lo mismo tenía un ojo en ella y otro en las bebidas, la comida, el servicio, etcétera.

Sin embargo, una vez que notó que Zina lo mataría de cualquier modo, se dio un momento para sentarse por allí junto a ella que, Dios sabrá por qué, había estado junto a él toda la noche, con todo y que él había estado en cualquier lado. "Ely amor, perdona que no te esté poniendo mucha atención" le pidió al oído con la voz cansada y llevándose una mano a las sienes, masajeándose, "en cuanto esto termine y pueda irme hacemos lo que tú quieras, sí?" y besó su mejilla, suspirando a continuación.

Lo peor es que todo en la fiesta iba de viento en popa y él seguía nervioso.

"Sabía que ibas a apreciarlo" dijo contenta echando una mirada a su alrededor, medio buscando a Frederick, medio enterandose de qué otras cosas hacía la concurrencia.

Volvió a Zina unos segundos después.

"Hace falta buen gusto para entender esta clase de regalos" por supuesto con 'buen gusto' se refería a la sed de Zina por molestar a su hermana, que no sabía muy bien de dònde habìa surgido, o si tenìa razòn de ser en un principio, más que a verdadero interés por o conocimiento sobre el arte. Porque de hecho ese no era el punto, para nada, conocía las adquisiciones de Zina y no eran ni remotamente parecidas a un Pollock.

"Yo me encargo más tarde de mandarlo traer para que puedas... Sacarle jugo pronto."

Se sentó con las piernas y brazos cruzados, con una mueca de disgusto apenas disimulado. Aunque sabía que era trabajo de Jaska, no podía evitar que todo eso de la fiestecita le molestara. Es decir, no es como Jaska no pasara suficiente tiempo en la oficina con esa mujer como para que todavía en San Valentín su jefecita tuviera que ser el centro de toda la atención de su novio.

Suspiró después de ese beso, sólo porque Jaska sonaba demasiado cansado, y se acercó un poco más a él para acariciar un poco su cabello, aunque ahora había un pequeño puchero en sus labios.

"Pero es San Valentín, puchito..."

Le dejó un pequeño beso en la comisura de los labios antes de resignarse, sentándose bien en su puesto, alcanzando un par de copas que ofrecía uno de los meseros para ofrecerle una de ellas a su pobresito bebé.

"Al menos trata de relajarte. Digo, si ya estamos aquí y todo..." se encogió suavemente de hombros "al menos vamos a disfrutarlo, ¿no?"

"Perfecto entonces..."

Hizo un pequeño gesto con su copa antes de llevarse a los labios, notando por el rabillo del ojo donde estaba ahora su querido asistente, finalmente sentado y más bien alejado de la vista de la mayoría. Ah, y con la noviecita, suponía.

"Bueno, linda... si me disculpas, voy a atender unos asuntos de la fiesta. Espero que te diviertas y... ya sabes, estamos en contacto. Le darás mis saludos a tus hermanas cuando las veas, ¿cierto?"

Sonrió cansado pero agradecido cuando las manos delicadas de Ely como de costumbre se colaron entre su cabello, cerca de las canas que cuando la conoció tanto se esforzaba en esconder, y un puchero bonito adornó su cara. Le gustaba su apariencia como fuera, seria, enojada, odiaba verla triste pero igual se veía hermosa, pero esta... esta faceta adorable lo volvía un harapo. "Tienes razón."

La abrazó por la cintura y la atrajo a él sin dejar de sonreír, acariciando con su mano libre aunque nerviosa su brazo desnudo y su piel suave. Quizás Elysa no estaba disfrutando de la velada, ¡y con razón!, pero estaba allí con él, aligerando la carga. Si se daba cuenta o no, no sabía, pero no le importaba en verdad tanto como que supiera que apreciaba su presencia... simple, así.

Tendría que haberle dado una mejor velada, lo tomaría en cuenta para, bueno... el resto de su vida.

"Te quiero, florecita" susurró tocando con su larga nariz la de ella y arrugándola juguetonamente, para justo en seguida acariciar su mandíbula y mentón y besar sus labios bonitos tiernamente. "Gracias por acompañarme."

Se dió cuenta de que la mirada de Zina de pronto vagaba lejos de ella y su conversación y como no tenía intenciones de hacer más plática ni de retenerla, no hizo ningún sonido, ni ninguna seña de continuación, tenía cosas que hacer, era su cumpleaños después de todo y en esa fiesta seguro había mucha gente con la cual no había hablado y ella mejor que nadie, Oneida, sabía que la fiesta más que una celebración era una reunión social y cada segundo era valioso.

Lo que dijo a continuación lo confirmó y ella asintió una vez y nada más cuando la mayor de ambas preguntó ese 'cierto' que se daba más que por sentado, nada la haría más feliz.

"Gracias por la fiesta maravillosa" dijo a modo de despedida, alzando la copa y dándole un 'beso' a su bebida, a penas mojándose los labios para no arruinarse el labial.

Se sonrió cuando la acercó así, con esas pequeñas caricias que tanto disfrutaba y se rió bajito cuando la nariz de Jaska tocó la suya y con la que froto su pequeña nariz.

Se mordió un poquito los labios antes de corresponder ese pequeño beso que le dejó con un suave cosquilleo en los labios, como con ganas de más, mientras una de sus manos acariciaba también el mentón de Jaska con apenas la yema de los dedos.

"También te quiero, puchito hermoso..."

Susurró antes de dejarle otro pequeño beso, porque, definitivamente, lo quería, mucho mucho más de lo que a veces le decía.

Sonrió apenas curvando un poco sus labios antes de dejarla, sólo al notar que el novio de la chica en cuestión no tardaría en estar con ella de vuelta.

Se disculpó una vez más, pero en un tono un tanto más bajo, cuando se dio la vuelta para ir a donde estaba Jaska, encontrándolo muy acarámelado con la mocosa con la que compartía la mesa y que reconocía como la hija de una pareja que no podía evitar pensar como los eternos nuevos ricos.

"¿Te la estás pasando bien?" preguntó al estar frente al par, con una sonrisa que no seria ningún buen augurio, dirigiéndose a Jaska, evidentemente.

Y así PAF! la burbuja estaba rota. La voz de Zina que sonaba tan molesta como la esperaba, pero que no esperaba ahora, lo sacó de la nube en la que apenas estaba envolviéndose y una punzada de dolor detrás de los ojos le recordó que tenía jaqueca. De verdad que era imponente vista desde abajo, más con esa cara maligna que anunciaba suplicio.

"¿Por supuesto, y tú?" respondió con una sonrisa cansada y se puso de pie, levantando con él a Elysa. Sabía que estaba molesta y que Elysa lo estaría por la interrupción, así que mejor se portaba lo más sensato posible o las cosas no resultarían nada bien.

"Elysa, esta es Zina Faber, cumpleañera y mi jefa" dijo haciendo los ademanes correspondientes, de algún modo contento de que se conocieran, además de su madre y su hermana eran las únicas mujeres importantes en su vida, "y Zina, esta es Elysa Achen, mi novia."

Sabía que Zina no compartía su emoción al respecto de la chica de la que ya había oído hablar suficiente, pero él estaba orgulloso de Elysa, de la cariñosa, guapísima y divertida Elysa a la que tanto quería.

Estaba tan bien en ese momento, parecía que con esos besitos podía compensar un poco el mal día que habían tenido y, ¡realmente lo estaban haciendo! Hasta que a alguien, a un idiota ciega, seguramente, se le ocurrió interrumpirlos con una de las más molestas preguntas del universo que le valió que Elysa, casi al instante, la mirar con ojos de odio...

Perra envidiosa...

Se levantó junto con Jaska, pero su expresión no cambió mucho hasta que escuchó el nombre y la presentación completa, haciendo que sus ojos se abrieran como platos por la idea.

"¿Ella es tu jefa?" dejó notar la sorpresa e incredulidad en su voz sin poder contener la pregunta.

Zina Faber... no era nada, pero nada, perecida a la persona que había imaginado era la jefa de su novio. La maldita tenía... Era... ¡No se suponía que cupiera en un vestido como ese!

Alzó apenas una ceja a la pregunta de la rubiecita...

"Qué encanto..." comentó con obvia ironía, pero también un dejo de desinterés. Aunque le importaba Jaska, ahora tenía cosas más importantes que atender que a esa niña malcriada.

Suspiró, llevándose una mano a la frente, oprimiendo el puente de su nariz con el dedo medo y el pulgar, exhalando suave, como si clamara a su cuerpo por paciencia, para que su voz no fuera a sobresaltarse en público.

"Creo que te pedí que estuviera aquí una hora antes que empezara el evento, no que llegaras una hora después, ¿qué clase de asistente eres? Estuve sola toda la primera parte del evento y llegas a hacer un pequeño show con tu novia. Si ya ibas a llegar tarde, al menos pudieron hacerlo antes."

Hizo una pausa y se arregló el cabello detrás de la oreja, viendo mejor a la chica Achen, tratando de recordar sobre su apellido. Del negocio de comida, si no mal recordaba. Bonita, pero además de eso...

"Dime que traes un cigarro..."

Se llevó una mano dentro del saco y sacó (n/a:LOL) una cajetilla de cigarrillos que siempre llevaba consigo, no fumaba muy seguido porque quitarle el oxígeno a su cerebro era malísima idea, pero había veces que sólo así podía relajarse. Porque tenía muchos conviviendo con ella y porque le daba igual, se había acostumbrado al olor de los cigarillos que Zina fumaba y con los años los había adoptado, así que podía ofrecerle uno y que para ella fuera lo mismo que si fueran sus propios cigarros. No sabía si era coincidencia o consideración.

Alzó una ceja mientras se lo ofrecía y sacaba del otro bolsillo su encendedor, "Soy ni más ni menos que la clase de asistente que se pasa aquí prácticamente toda la mañana viendo que todo esté bien y que, entre otras cosas, logra que los floristas aparezcan gardenias de la nada."

Por supuesto no diría que se le había hecho tarde porque jugaba el Chelsea, pero lo demás era cierto y de la escenita con la novia no hablaría porque le parecía irrelevante a la discusión.

"Las trajeron de Liverpool y ni siquiera van a cobrarnos más." terminó de hablar con una sonrisa orgullosa, casi pícara, mientras acercaba el fuego para prender el cigarro, porque casi había hecho magia y quizás a Zina no le importaba, es más, seguro que no le importaba, pero quería romper el hielo.

Tomó el cigarro y se lo llevó a los labios dejando que Jaska le ayudara a encenderlo, calándolo antes de soltar suavemente el humo después de saborearlo un momento mientras escuchaba.

"¿Gardenias...?" musitó mientras exhalaba el humo y decidía que ya era momento de sentarse, aunque fuera un momento, y la mesa en la que estaba Jaska con su novia era la más cercana. "Supongo que está bien."

Hizo un ademán para que se sentara, sin ganas de hacer corajes en ese momento, menos si se lo podía guardar para el día siguiente.

Bien, esa no era la interacción que esperaba que Jaska tuviera con su jefa... o sí, pero no con esa clase de jefa.

Se sentó a la mesa, dejando un puesto libre entre la empresaria y ella misma, a quien miró fíjamente casi sin poder evitarlo, como si estuviera esperando alguna señal de coqueteo, que parecían venir más de su novio lame botas que le acercaba cigarro y fuego con tal de tenerla contenta... ¡Esa zorra maldita!

Sentía la mirada de Elysa, pero la ignoraba, porque ella no estaba en las personas a las que tuviera que agradar por negocios, pero suponía que por cortesía para con su empleado y amigo, debía al menos intentar ser amable... lastima que la chica, lo que tenía de bonita, lo tenía de tontita.

La miró con indiferencia mientras seguía disfrutando de su cigarro, casi retándola a decirle algo, en su fiesta, frente a su empleado.

"¿Te puedo ayudar en algo?"

Cuando volvía apenas, notó que la anfitriona se iba retirando, pero no hizo mención de aquello, quizás y era mejor así.

-Aquí tienes -llamó a Oneida, mostrándole el plato con varios bocadillos.

-Y... ¿todo bien? ¿De qué hablaban?

Una vez fuera de todo el coto de caza privado de aquella señorita rica pudo al fin soltar la falda de su vestido y acomodárselo un poco mientras se reía de buena manera, sencilla y divertida… esa rubia le gustaba, era un hecho.

-Uhmm quiero el lago…-

Dijo caprichosamente bien dispuesta a sacarse las zapatillas para llegar a él más fácilmente, el atravesar los patios con tacones era como una petición a gritos para romperte el tobillo…

-¿Te gusta? Si al final decidimos no volver nos daremos un chapuzón clandestino…- bromeo mientras tomaba la mano de la rubia

"Uy, suena a una proposición" respondió con una sonrisa, jugando, tomando la mano ajena siéndose como la misma niña traviesa que era estando en primaria, que huía de clases y se colaba por la parte trasera de la escuela al campo donde practicaban rugby los mayores para verlos jugar, o hacerlo ella misma y terminar enlodada.

Apretó un poco la mano de Alessia en la suya mientras la jalaba ligeramente de nuevo.

"Entonces~ ¿qué esperamos, nena?"

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Entraron de nuevo... después de aquel gesto de parte del mayor Armand quiso tirarle la fuente del ponche encima… si es que había una, o todo un piso de algún pastel… pero eso habría sido peor… se limitó a clavarle dagas con una mirada fugaz, escalofriarse y quedarse de una pieza mientras el otro se separaba, como congelado en su sitio y con el rostro preocupado, apenado, en crisis interna incluso; se obligó a moverse, recuperar flexibilidad, soltura mientras interceptaba una copa de vino y con ojo vigilante buscaba en el rostro de los invitados más cercanos si es que habían notado ese acto del señor Nadir, o si lo miraban a él curiosos… o si murmuraban algo… Te odio Nadir Florit… se quedó de pie frente al balcón, como tomando despreocupadamente su copa mientras investigaba los rostros ajenos y decidía que hacer a continuación… quizás buscar alguien con quien hablar… o emprender una discreta huida.