[NC-17 - Lawrence] El refugio del ángel

Casi se el escapo una maldición, pero no por sentirse mal muy por el contrario era porque la sensación no cabía en todo su cuerpo, ese cuerpo tan estrecho era lo mejor que había saboreado hasta el momento, dio un par de embestida más antes de sentirse satisfecho allegar a esa explosión máxima de emociones, suspiro calurosamente por los espasmo en su cuerpo.

Acaricio la cadera relajándose un poco antes de salir de su interior, mirando esa hermosa espalda y bajando hasta admirar su trasero, totalmente encantador, sonrió relamiéndose los labios.

Sintió como la semilla ajena invadía su interior, indicando la culminación de su amante, el cual parecía haber llegado al mismísimo paraíso, igual que él se sentía en aquellos momentos. Fue descendiendo poco a poco de aquella nube, notando su respiración acelerada y jadeante, los aún apresurados latidos de su corazón que parecía que se fueran calmando sin prisa pero sin pausa. Se deleitó con la suave y dulce caricia de la que sus caderas fueron víctimas, y emitió un pequeño gemido de protesta cuando el mayor salió de su templo, pero permitiéndole admirar su "maltratado" cuerpo antes de girarse para afrontar ambas pares de orbes, relampagueantes y aún con rastros del más delirante placer en ellas.

Sin poder ni querer evitarlo, sus labios dibujaron una satisfecha pero inocente sonrisa, mientras sus manos se encargaban de acercar al más alto a su cuerpo antes de robarle un lento pero candente beso, disfrutando de cada segundo en el que sus lenguas mantenían aquella ancestral lucha, dejando que el tiempo pasara y sus cuerpos se relajaran.

Lo vio girarse notando esa sonrisa saboreando sus labios que fueron prontos entregaron una mano rodeo la cintura del menor mientras que la otra se sujetaba de barandal, si que tenia buenos lugares para esos juegos atrevidos, era como dejar rastro de su presencia en aquel piso para cuando se fuera sólo pensara en el, sería como un "amante" inolvidable. -Vas mejorando.-

Disfruto como no lo hacía desde hacía mucho tiempo del beso que el moreno le correspondía tan abiertamente, deleitándose por los cálidos roces entre sus cuerpos, sonriendo maliciosa pero inocentemente ante el alago que el casero le había dedicado. No había nacido ayer y sabía perfectamente cuales eran las intenciones escondidas detrás de aquellas palabras, y por eso mismo no iba a permitir que él fuera el único que se quedara con recuerdos imborrables, iba a asegurarse que aquel pecador y lujurioso hombro se despertara todas las mañanas a causa de un sueño húmedo en el que él sería el protagonista, le llevara el tiempo que le llevara conseguirlo. Con aquello en mente arrastró al moreno hacia su gran cama matrimonial, tirándolo en el confortable colchón, dejándolo en medio de este, mientras él se sentaba a horcajadas encima de sus caderas, pero evitando que el sexo ajeno tuviera el más mínimo acceso a su entrada. Lentamente sus manos se encargaron de posicionar las de su acompañante a ambos lados del rostro ajeno, evitando que pudiera moverlos, pero sin ejercer una fuerza realmente significativa a la vez que se inclinaba sobre el pecho ajeno, acabando con sus labios casi rozándose, mezclándose sus alientos en el proceso, mientras sus orbes taladraban las ajenas.

-Quieto...

Su voz fue un susurro, lleno de sensualidad y promesas tentadoras, además de una clara orden que esperaba que el otro cumpliera, pero sin dejarle tiempo para responder al robarle un candente beso a su acompañante, mientras su camisa seguía cubriendo parcialmente su espalda y caía tentadoramente por sus brazos. Cuando el mayor estaba el el punto más álgido de disfrute de aquel lento y delirante beso él se encargó de romperlo, dedicandole una sonrisa completamente maliciosa y tentadora, antes de que sus labios comenzaran a besar, succionar y torturar el cuello ajeno, para descender por su clavícula y luego por su pecho, siendo acompañados por sus manos, antes de que se posicionara entre las piernas ajenas, mientras su lengua recorría el torso del de largos cabellos, entreteniéndose en las tetillas y luego en el ombligo del más alto, antes de bajar estrategicamente hacia el sexo de su amante, jugando con él superficialmente, negándose aún a poseerlo dentro de su boca, de darle tan gran honor.

Siguió los pasos de aquel ángel o demonios, bueno no importaba era una tentación de eso si estaba completamente seguro, se vio llegar a donde tenia una cama amplia y no tardo en ser parte de ella por la caída de aquel ángel que paso a colocarse sobre sus cadera movió sus manos para atraparlo, pero el angelito de pronto parecía volverse todo un demonio dejando que guiara.

Sonrió a escuchar esa ordene y por única ocasión le obedecería quedando quieto en espera de ver que haría, siguiendo cada roce que provocaba que causaba erizar su piel, sintiendo donde llegaba su boca provocando un estremecimiento en su cuerpo.

Travieso, pero a la vez complacido por la sumisión del mayor, se negó a atender decentemente el sexo ajeno, por lo que aún estuvo jugando unos desesperantes minutos más de la forma más superficial que pudo con aquella virilidad y sus alrededores, antes de que finalmente decidiera compadecerse del moreno y engullir la masculinidad ajena, evitando con ello también que su acompañante decidiera rebelarse contra su dominio, atendiendo lo mejor que podía aquella necesitada erección. Su lengua recorría toda aquella palpitante extensión, a la vez que succionaba con sus labios entreteniéndose especialmente con el glande antes de volver a abarcar aquel sexo con su húmeda cavidad. Estuvo atendiendo aquella parte de la anatomía del más alto durante unos largos y prolongados minutos, previamente a que decidiera abandonarla, mostrándole a su amante sus sonrojados e hinchados labios mientras volvía a colocarse encima de aquellas caderas, evitando de nuevo que el falo del casero tuviera acceso a su templo. Inclinándose traviesamente le robó otro lento y candente beso a su compañero, pero aún así premeditadamente efímero, para posteriormente guiar los dedos de la mano izquierda de su acompañante a sus labios ligeramente entreabiertos, para segundos después recorrer aquellas falanges con su húmeda lengua, simulando la felación que había acontecido poco tiempo antes, incitando al mayor para que le preparara, pero negándose a cambiar de postura.

Aquel juego que llevaba el ajeno era una sensación de tortura y por unos segundos estuvo tentado a tomar el control, pero eso cambio en el momento que aquella boca atendió a su hombría soltando un suspiro cadente ante la sensación, pero eso no fue la tortura lo que realmente lo fue es la sensación de deseo que le causaba a sentarse a su cadera para negarle su cuerpo.

Correspondió el beso antes de que el cosquilleo naciera de sus dedos cuando ahora eran ellos los que estaban siendo atendido por el ajeno, pero ahora estaba el deseo de continuar con aquella acción y debía de seguir con la atención de aquella entradita con sus dedos, pero eso era algo anunciaba más tentación, lo beso cuando acaricio su cadera y llevaba sus dedos húmedos hacía su trasero, se veía que iba a seguir aquella acción, pero sólo espero unos seguidos.

Ahora se encontraba sobre tan bello cuerpo porque lo tumbo en la cama y aprovechando la posición que dejaba los actos previos se rozaba contra su entrada para penetrarlo, en definitiva no era de los estar quietos.

Disfrutaba de desesperar a su moreno acompañante, llevándolo justo hasta el límite de su cordura, haciendo que ansiara más atenciones para recibirlas cuando la paciencia ajena estaba apunto de finalizar, y justo en el momento en el que más complacido se sintiera poder arrebatarle aquella fuente de placer y satisfacción para iniciar de nuevo la tortura, pero con medios ligeramente diferentes. Lo que no se esperaba era que el mayor decidiera rebelarse a su pequeño juego, mostrando su naturaleza impaciente de su inquieto amante, arrancándolo un gemido de entre placer y dolor, aunque más del primero en cuanto la virilidad del más alto se internó en su templo sin aviso ni miramiento alguno, haciendo que su cuerpo entero se estremeciera, que su espalda se arqueara y que sus labios temblaran ligeramente.

Contrario, a lo que seguramente su compañero esperaba, se negó a rendirse y a dejar que el casero de Greenwich se saliera con la suya, por lo que usando toda su fuerza y su agilidad, además de haber estrechado su entrada de forma dolorosamente placentera para bajar las defensas del de orbes de obsidiana, quedando el encima de ambos, volviendo a colocar las manos ajenas a ambos lados de los cabellos azabaches.

-Te pedí... que te quedarás quieto...

Su voz fue apenas un susurro contra los labios ajenos, los que rozaba con total descaro, antes de mover ligeramente sus caderas, sin sacar aquel palpitante miembro de su interior, escapándosele un pequeño jadeo por su calculado movimiento.

Disfruto aquellos vaivén hasta encontrarse distraído por aquella entrada que detuvo su paso a verse tan estrecha provocando que soltara un gruñido antes de sentir que lo volcaba a dejarlo abajo de nuevo, lo miro escuchando sus palabras pasando a mirarlo ahora con el dominio en su cuerpo, tenerlo así arriba era tentador, pero deseaba más que verlo.

-Muévete.-, Prácticamente ordeno pues necesitaba que se moviera, deseaba sentir el placer más intenso, quería disfrutar más de aquel cuerpo, deseaba saberlo todo de él, todo sus rincones que le hacían estremecer.

Sonrió complacido al ver que el mayor se rendía a sus estrategias, ignorando el tono dominante impuesto en la "amable petición" del moreno de largos cabellos, penetrándole con su ambarina mirada, escrutando hasta el último rincón de su alma, desesperando al más alto con la espera, ante la falta de movimientos que hasta el momento había mostrado. Inesperadamente apoyó sus manos en los hombros ajenos, acariciando aquel cuerpo hasta su pecho, ayudándose de ese cuerpo de apoyo para luego comenzar con suaves movimientos de caderas, arqueando su espalda ante el toque de aquel palpitante sexo contra su próstata, escapándosele pequeños gemidos y jadeos, autopenetrándose de forma lenta pero precisa, disfrutando hasta del más mínimo roce de entre sus cuerpos, permitiéndose gozar libremente con cada una de las sensaciones que sus propios movimientos le causaban, pareciendo como nunca antes un puro y brillante ángel, que a pesar de todo no llegaba a ser corrompido.

La esperar era demasiado deseaba hacerlo moverse, sintió sus caricias antes de seguir con aquella presencia de los movimientos de su cadera provocando que se estremeciera, disfrutando de la sensación de placer en ese instante, dejo que continuara aunque deseaba más, que fuera mucho más intenso, realmente era algo demasiado malvado a no verse realmente complacido.

En medio de aquellas pequeñas autoembestidas acabó por deshacerse de su camisa, la única prenda que aún llevaba sobre su cuerpo, dejándola caer a un lado de la cama, antes de inclinarse ligeramente para robarle un húmedo beso a su amante, sin parar ni por un instante con sus movimientos, estrechando su entrada cuando creía adecuado, intensificando las sensaciones que pudieran recorrer al mayor. Jadeante cedió ante los mudos deseos del moreno, guiando las manos ajenas hacia sus caderas, instándole a acompañarle, a dirigir sus movimientos regidos por su precisión y su lentitud, al menos para las ganas ajenas, que a la vez competían con las propias.

Correspondió a ese beso saboreando lentamente la delicia de aquel movimiento, era un placer que torturaba pero por eso mismo más satisfactorio, dejando que lentamente se deslizara la emoción por todo su cuerpo, jadeo a sentirlo más estrecho haciendo que ni un milímetro de cordura quedara, estremeció por dicho placer en esos instantes ahogando su voz en un demandante beso.

El contrato se rompió cuando lo vio desprenderse de aquella prenda medio caer y sus manos no tardaron en ser guiada, no desaprovecho la oportunidad dejando que aquellas caderas tomara un nuevo ritmo que enloquecía.

Se deleitó con el fogoso y demandante beso que compartieron, que le robaba el aliento y la cordura, estremeciéndole por completo desde lo más profundo de su ser, olvidándose por completo de algo más que no fuera aquella húmeda unión. A causa de ello no se quejó del nuevo ritmo que le impuso el más alto, aunque tampoco es que se hubiera quejado en cualquier otro momento. Sus manos se aferraron a los hombros ajenos, utilizándolos como base de apoyo, para ayudarle a guiar las embestidas, su fuerza y aumentar su profundidad, mientras sonoros gemidos se escapaban de entre sus rojizos e hinchados labios que combinaban con sus sonrojadas mejillas, a causa del ejercicio y de la destreza del moreno.

No soportaría mucho más aquello esas embestidas eran profundas y lentas, pero llegaba el ritmo constante de sentir el palpitar de aquel interior que se estrechaba haciéndolo jadea pues el placer brindado era mucho más de lo que se podía soportar en esos momentos, apretó más aquellas cadera ayudándole a que se penetrara mas profundo ahogando en un beso que demando aquel gemido cuando el punto máximo llego bañando de nuevo aquel ser, saboreando la delicia de verse llenar de su esencia aquel caliente canal.

A pesar de su falta de consciencia podía notar la evolución vertiginosa que sufría el mayor, acercándose cada vez más de forma lenta y precisa, igual que sus embestidas, a la cúspide del placer, por esa razón no pudo más que acariciarse a sí mismo con sus blancas manos, intentando alcanzar y mantenerse al mismo nivel que su amante, negándose a venirse antes que el mayor, ni siquiera deseando hacerlo después de este, por eso cuando el moreno se aferró más a él y aumentó la intensidad de sus embistes supo que el final estaba a un paso de distancia, por lo que al final aceleró sus movimientos y manchó con su esencia el torso ajeno, acabando por perderse dentro de aquel caliente y fogoso beso que se encargó de corresponder con la poca cordura que le quedaba, perdiéndola toda en aquella húmeda unión y en cuanto su ser llegó al cielo, creado por el descarado hombro que estaba a su lado.

En cuanto el aire se hizo necesario acabó por separarse de los labios ajenos, rozándolos con los propios, dedicándole suaves y húmedos besos, disfrutando de la sensación de relax y gozo que ahora quedaba en su cuerpo después de tan exultante experiencia.

Demasiado bueno como para ser cierto, debía de aceptar que ese ángel sabia moverse muy bien, pero no por ello daría por claro que había sido su mejor amante hasta ahora así que simplemente tardo en disfrutar la sensación, saboreando aquellos gesto que deseaba, viéndose ir aquellos cosquilleo dejando sólo apenas rastro de que una vez existieron allí. -Pareciera que tiene todo un plan...-

Igual que su acompañante se dedicó a disfrutar de cada momento que estaban juntos, asombrándose sin decirlo en voz alta de la química y la lujuria que parecía correr entre ellos, llenándolos y haciendo que no pudieran ni quisieran evitar repetir la experiencia. Tal y como se había imaginado su cuerpo se negaba a que aquellos fueran los primeros y últimos encuentros con el moreno, y porque negarlo, su consciencia estaba de acuerdo, era demasiado bueno para dejarlo escapar.

-¿Un plan?

No pudo evitar dejar escapar una pequeña risa divertida y cándida de entre sus rojizos labios ante aquellas palabras, mientras su cuerpo se enderezaba ligeramente, aún con el miembro de moreno en su interior, permitiéndole apreciar desde aquel ángulo su completa y angelical desnudez.

-Bueno, si consideras que es un plan el explotar hasta el máximo la química que hay entre nosotros… Entonces eso será un plan.

Si con ello esto no se queda en una sola noche… Entonces será un plan.

Volvió a inclinarse ligeramente, acariciando los brazos del mayor a su paso, disfrutando de su suave tacto.

-Igualmente… No parece que te moleste mucho… Yo diría… Que no te importaría repetir.

Si sus palabras eran ciertas o no solamente podría ser verificado por las palabras del casero, y para ello había que suponer que iba a ser completamente sincero, pero aquel era un riesgo que asumió en el momento de pronunciar aquellas últimas palabras, y a pesar de ello, no se arrepentía.

-Eso es cierto, no me molesta repetir así que estamos pensando lo mismo.-, Acaricio su trasero a bajar su mano, dejando caricias en esa zona, no estaba nada mal a final estaba demasiado satisfecho con ello, sería divertido tener alguien así en su lista de visitas, además todo iba bien cuando realmente no había compromiso, sin celos y sin problemas de preocupaciones por donde fijar tu vista. -Tendremos una larga "amistad"-

Sonrió ligeramente complacido al ver como el moreno aceptaba sus palabras, confirmándolas con las suyas propias. A continuación sus orbes se entrecerraron ligeramente y mordió ligeramente su labio interior, ahogando un suspiro al sentir la cálida mano del mayor acariciar su trasero con tanto descaro y tanta naturalidad.

-Más bien una larga y fructífera "amistad"...

Su voz fue apenas un susurro contra los labios ajenos, que luego se encargó de besar larga y lentamente, incitando a la lengua ajena a unirse a la propia, a danzar juntas de nuevo.

Aquellas palabras correspondía perfectamente a las intenciones, sólo acepto aquello sin mencionar más dejando que esos labios guiaran esta vez, mordisqueo estos antes de que su lengua decidiera compartir aquel vals moviéndose en ese compas desenfrenado como si fuera lo más placentero de esa noche, su manos apretaron aquellas nalgas antes de que una subiera por la espalda acariciando por el centro de esta.

-Mm, pareciera que aun no esta cansado.-, Le menciono aunque no se quejaba le gustaba que saboreara aquel momento con ese fuego de pasión desenfrenado, movió un poco las caderas ajenas haciendo que un suspiro se muriera entre los labios ajenos cuando se junto a ellos de nuevo, sintiendo aquella exquisita sensación a verse apresado.

Disfruto del vals que la lengua ajena y la propia estaban compartiendo, robándoles a ambos el aliento y despertando de nuevo el fuego en su interior, sobretodo cuando el mayor movió sus caderas en una nueva embestida y sus glúteos fueron aferrados con posesividad.

No es que sus intenciones hubieran sido seguir con otra ronda, pero el mayor se encargó de acallarlo con un nuevo beso, y una vez que la actividad había iniciado le era imposible negarse, ahora su cuerpo había vuelvo a despertar, a causa de lo sensible que la actividad anterior le había dejado, por lo que sin poder ni querer frenarlo, ahora fue él el que movió sus caderas, estrechando un poco más su entrada, mientras sus manos seguían aferradas a los brazos ajenos que pareciera que les había cogido afecto. Simplemente, se iba a dejar llevar.

Al parecer ese lindo gatito no se negaría a seguir con aquel placer y eso era mejor para él porque de esa forma continuaría el juego, mordió los labios ajenos mientras sentía el suave movimiento de cadera provocando que se sintiera despertar de nuevo su hombría, estremeciéndose por ese placer hasta el punto de ahogarse con tanta lujuria, pero completamente satisfecho por ello.

Su mano paso entre sus cuerpo pasando a acariciar la punta de la excitación ajena, dejando suave roce contra de ella, mirando con una sonrisa lujuriosa antes de bajar a jugar con sus pezones chupándolo y mordiéndolo para disfrutar esta tortura.

Quedos gemidos se escapaban de entre sus labios al ritmo del compás de sus caderas, aumentando la intensidad de aquellos sonidos en cuanto el moreno acercó su mano a su palpitante masculinidad, haciendo que su cuerpo entero se estremeciera y que su excitación se viera incrementada a causa de las miles de corrientes eléctricas que recorrieron su espina dorsal hasta desembocar en el sexo que el mayor se dedicaba a atender.

Sus labios habían temblado ligeramente cuando el más alto quiso torturarlos, pero ese temblor era casi imperceptible comparado con el que sufrió en cuanto la boca ajena, que mostraba una sonrisa maliciosa y de lo más prometedora, se desvió hasta sus rosáceos botones, atendiéndolos lujuriosamente, provocando que sus manos se enredaran en el largo y sedoso cabello ajeno, acariciándole, pidiéndole más y más, sin dejar de autoembestirse.

Lamia y succionaba aquel pezón sintiéndolo endurecer antes de continuar el juego con el segundo, lamiendo con la punta de su lengua la cabeza de aquella tetilla antes de atraparlo entre sus labios jugando con ella de dejarle algunas mordidas sin lastimarlo, haciendo que su lengua rozara una y otra vez la cabeza antes de soltar aquel travieso pezón, dejando la atención continuar hasta el hombro a dejar un camino húmedo, ahogado así sus gemidos que nacía de aquel movimiento de cadera.