Porque a pesar de todo... te amo

La salud de sus niñas estaba empeorando. Estaba recargado en la ventana cerrada de su habitación, los ojos cerrados y el cuerpo completamente tenso. Conteniéndose de no llorar, de no deshacerse, de no desbaratarse frente a los doctores.

Sus pequeñas se estaban muriendo ¿Cómo no sentirse morir con ellas también? Había mandado a Aide al demonio después de unos días, necesitaba a Orlando mucho más de lo que podía decir, mucho más de lo que realmente quería reconocer. Pero era cierto. Extrañaba a su esposo.

-¿Señor Alexander?-preguntó un doctor detrás de él y se estremecio de horror cuando se percató de su expresión, solamente asintio, abrazándose a si mismo con fuerza-No podemos hacer ya nada... lo lamento... podrá pasar a verlas en unos minutos

Asintio y caminó hasta las sillas para sentarse en ellas y agachar la cabeza. Sus pequeñas iban a irse, por su culpa. Jadeo cuando las lágrimas comenzaron a bañar sus mejillas y se negó en rotundo a hacer ruido, solamente se quedó así, esperando a pasar a verlas. Todo eso era su culpa y de nadie más.

Llevaba casi 48 horas de guardia en el hospital, no porque tuviera realmente la necesidad de hacerlo ni mucho menos, Simplemente no quería volver a su casa, donde llevaba viviendo desde que estuviera separado con Alexander, donde había estado viviendo con Nicholas su antiguo amante, y Jaden, otro médico del hospital con el que se había involucrado para no pensar tanto en Xander, para desahogar sus necesidades, después de todo ese sujeto lo había dejado casi matarse a su gusto.

Estaba haciendo una ronda cuando le llamaron a su oficina, eran noticias de las gemelas, al escuchar lo que el médico le decía, se le vino el mundo abajo, ni siquiera se percató de si había colgado o no el teléfono antes de prácticamente salir corriendo para ir al piso donde estaban internadas las gemelas, aunque no fueran sus hijas biológicas les había tomado cariño al par de mocosas del demonio, como solía llamarlas.

Bajo aún con la bata puesta, con el aire desarreglado que dejan estar trabajando casi dos días en el lugar, y llegó hasta donde estaba la sala de espera para el área de pediatría, y vio a Alexander, con la cabeza gacha. Cerró los ojos poniéndose sus lentes de sol para ocultar el cansancio en sus ojos y cualquier otra emoción mientras se acercaba al otro para sentarse al otro extremo de aquellas sillas, a tres lugares de distancia.

Era su culpa, por no ser un médico lo suficientemente capaz de salvar a Jade y Lena, era un completo inútil.

Se percató de que alguien se había sentado a su lado, pero no quiso voltear a verlo, a pesar de que sabía perfectamente quien era. A pesar de que prácticamente conocía su caminar como la palma de su mano. Se estrujo el cabello con fuerza, sujetandose la cabeza hasta casi arrancar el cabello de raíz. Sus niñas no podían morirse, ellas simplemente no podían dejar de existir, tenían solamente dos años... eran unas bebes aún.

-Puede pasar a verlas

Más tardaron en decirle que él mismo en ponerse de pie y entrar a la recámara. Jade y Lena estaban juntas, llenas de aparatos, respirando solamente por las máquinas, manteniendose con vida solamente por causas artificiales, sintio derrumbarse cuando las vio tan pequeñas, tan pálidas... tan demacradas. Casi muriendo.

-Mis bebes-murmuró soltándose a llorar-Perdonenme, lo lamento, es mi culpa. Todo esto es mi culpa

Tomó las manitas de ambas y las lleno de besos, las máquinas hacían ruidos, los corazones de las niñas estaban fallando y él desesperado solamente apretó los puños y se quedó observando, impotente, como se iban de sus vidas, como desaparecía la vida de sus cuerpos lentamente. Se dejó caer al suelo cuando escuchó el sonido de ambos monitores anunciar lo inevitable y gritó de dolor.

No necesitaba mirar a Alexander ni siquiera de reojo como para saber que tipo de acciones estaba realizando, o su obvio estado alterado, él mismo lo estaba, no podía pedir o esperar otra cosa. Simplemente dejó su vista sobre una mancha en el suelo cuando le dijeron a Alexander que podía pasar a verlas, prefería darle un poco de espacio, además de que no creía poder mantenerse fuerte si se atrevía a entrar y las veía de aquella forma.

Apartó la mirada del suelo regañándose mentalmente una y otra vez, y se puso de pie para entrar a la habitación, no importaba si éll y Alexander seguían peleados, no podía dejarlo hacer eso solo, no podía dejar de ser su apoyo, de ser quien lo levantara.

Pero entró en el momento justo en que los monitores revelaban que sus corazones habían dejado de latir y caminó primero hacia la camilla para tomar la historia clínica de las niñas para escribir la hora del deceso, dejando eso sobre la mesita que estaba al lado de la cama y fue hacia Alexander, para agacharse y ponerse a su altura, aún ocultando sus ojos tras los cristales oscuros, sintiendo como un par de lágrimas querían salir de sus ojos.

-Vamos, te llevaré a tu casa, yo puedo encargarme de esto-

La voz de Orlando pareció ser un oasis en el desierto, se puso las manos en el rostro y se rehusó a moverse de ahí. No iba a moverse, no iba a separarse de sus niñas, no lo había hecho desde que llegaran ahí, simplemente no iba a hacerlo ahora. Sintio el regusto amargo de la culpa invadirlo todo, culpa, desesperación, enojo, ira... y una insoportable tristeza.

-No... no me separaré de ellas... no me las quitarán ¡Nadie me las va a quitar!-gritó negando

Orlando le hablaba solamente porque las niñas habían... porque sus pequeñas acababan de... golpeo el suelo con fuerza, hasta hacerse daño y se hizo bolita contra el suelo, llorando como un niño pequeño, como nunca había llorado en su vida.

-Yo debí detenerlo, debí salvarlas...

Él debió haberlo evitado, él tenía que haber detenido a aquellos sujetos. Levanto el rostro, empapado en lágrimas, los ojos muertos y enrojecidos para verlo, para fulminarlo con la mirada y dentro de su dolor simplemente le gritó "largo".

-Esto es tu culpa... tu pudiste haberlas salvado... tu debías haberlas salvado... ¡¡Regresame a mis niñas!!-la voz se le cortó al final, se hizo bolita en el suelo murmurando "regresamelas" una y otra vez

Como pocas veces no sabía que hacer, no podía reaccionar del todo, y eso era bueno, porque por eso podía mantenerse aún de pie, no entero, pero si de pie, batallando por mantener sus pedazos unidos, pero no se derrumbaba. Se sentía un completo inútil, la última vez que se hubiera sentido tan frustrado había sido cuando su madre muriera... hace ya casi veinte años, demasiado tiempo en realidad.

Cuando Alexander comenzara a gritar algunas enfermeras se alarmaron, al igual que los médicos, y pretendieron enntrar a ver que sucedía, pero sólo había hecho falta una mirada asesina del Dr. DuCroix para hacerlos desistir totalmente del intento, dándoles su espacio, nadie iba a entrar aunque se terminaran matando.

-Necesitas ir a descansar... aunque sea duerme un poco en mi oficina-

Verlo asó sólo hacía que todo en su interior se removiera, tristeza, dolor, culpa, ira. Verlo lastimarse al golpear el suelo tampoco ayudaba mucho a calmarse, a calmar su de por si inestable psique. Y esa inestabilidad se marcó aún más cuando Alexander le gritará que le devolviera a sus niñas, cuando lo fulminara de aquella forma con la mirada. Un gruñido se le escapó mientras ee ponía de ie para quitarse los lentes, arrojarlos al suelo y pisarlos para romperlos, se inclinó hacia él y lo tomó del cabello para jalarlo con fuerza y obligarlo a ponerse de pie mirándolo a los ojos.

Sus pupilas incluso se vaían alargadas, porque estaba en los limites de su propio control. Era demasiado, demasiado en tan poco tiempo, sumado al cansancio, eso no iba a terminar bien.

-¿Mi culpa? yo no soy al que querían castigar esos sujetos... yo al menos intenté hacer algo por ellas, ¡tu solo te la pasaste como Masgdalena aquí, y después cohiendo con esa puta!-

Si... si, era su culpa. Orlando tenía razón al decir todo eso. Eso era enteramente culpa suya. Las lágrimas se deslizaron abundantemente, sin importarle en lo absoluto que esa era primera vez que Orlando lo viera llorar. Le importó un pepino su mirada y furioso, dolido e histérico le dio un golpe en la mandíbula a puño cerrado.

-No era yo quien hacía quien sae que tantas orgías mientras las niñas se estaban muriendo, no era yo quien se revolcaba con Nicholas, con Jaden... con tanta gente mientras yo estaba aquí esperando que vivieran una hora más

Sus palabras habían dolido demasiado, porque las dijera precisamente él, volvio a golpearlo, sin importarle que Orlando simplemente pudiera destrozarlo con una mano y prácticamente nula fuerza. Si respondio sus golpes no se entero, porque tenía demasiada resistencia al dolor para notarlo.Él ni siquiera había permitido que Aide le acariciara el cabello.

-Yo las puse en peligro... yo las metí en esto, pero tu no las salvaste... tu las dejaste morir

Sus palabras para ese entonces ya no tenían la convicción de antes, Orlando podía matarlo en ese momento y él no levantaría las manos para defenderse. Dejó que lo golpeara, que lo azotara o que destrozara su cuerpo. Él solo intentó vagamente responder a todo. Sus niñas habían muerto, si Orlando lo mataba sería mejor.

Era cierto, él debió hacer más por salvar a las niñas, debió haberse matado trabajando, tratando de hacer que las niñas despertaran, que se recuperaran... ¿para qué ser médico si no podía salvar a las personas que le importaban? su madre... su recuerdo venía tanto a su memoria en ese instante, robándose el aire, después de todo les había regalado una muñeca a cada una, una de las muñecas de porcelana que hubieran sido de su madre.

El primer golpe en su mandíbula lo sintió, pero no el dolor, porque su ira y su dolor eran mayores, porque Alexander tenía razón, se había refugiado en el alcohol, en Nicholas que lo cuidaba como una niñera, y en Jaden, con quien podía intentar olvidarse de las cosas y conseguir dormir aunque fueran dos horas, porque no dormía más. Porque en sus sueños seguía repasando una y otra vez ese fatídico día, donde el debía ir en el carro con las niñas, donde quizás debió compartir su destino.

-Si, yo las deje morir... las deje morir-

Y sin más lo tomó del cuello para literalmente llevarlo arrastrando hasta estrellarlo contra la pared con fuerza, en ese momento quería matarlo, porque lo último que necesitaba era escuchar de los labios de su esposo que él era el culpable de que no hubieran sobrevivido, era un completo inútil después de todo. ¿Deadless? eso era una broma tan cruel, un humor negro enfermizo del destino.

Y comenzó a golpear su rostro una y otra vez, seguro que le rompería algo.

Jadeo cuando el golpe le sacó el aire pero nada más allá de eso. No sentía dolor, estaba demasiado acostumbrado a ello, no obstante su cuerpo comenzó a resentirlo en el momento que sus golpes se hicieron más fuertes. Se cubrió el rostro para que no lo golpeara ahí. Pero no hizo nada por defenderse.

No quería. Solo quería que Orlando lo matara.

Porque él sin sus niñas no era nada, no tenía derecho a existir. Habían muerto por su culpa y no podría perdonárselo jamás. Se estremecio cuando el llanto volvio a abandonar sus ojos y simplemente se solto a llorar de nuevo.

Quería llorar hasta que las lágrimas se le secaran, hasta que el dolor desapareciera, solo porque tal vez de esa manera ellas regresaran a la vida. Escuchó su brazo romperse y su cabeza estrellarse con tanta fuerza contra la pared que se quedó algo mareado. Un hilillo de sangre escapó por la misma y fue ahí cuando se dio cuenta de que Orlando de verdad iba a matarlo. Y no quería, solamente porque eso le haría muchísimo daño.

-Orlando-murmuró aún cubriendose el rostro

¿Sería tan malo asesinar a su esposo? ¿matarlo con sus propias manos? bien podría alegar que estaba mal de sus facultades mentales, y es que en ese momento realmente estaba a punto de perder el control y entrar en uno de aquellos ataques psicóticos donde perdía por completo la noción de su ser y destruía todo lo que se le ponía enfrente hasta que tenían que llenarlo de narcóticos y sedantes potentes solo para poder someterlo.

Ni siquiera verlo llorando de aquella manera tenía efecto en él, sólo hacía ver sus pupilas más afiladas, porque si Alexander estaba llorando de esa forma era por su culpa, por su inutilidad. Gruñó por lo bajo mientras lo soltaba dejándolo caer al suelo, iba a empezar a patearlo en cuanto cayera, lo mataría a golpes, si, si él desaparecía también su cordura y su dolor.

-Cállate-

Era un siseo furioso lo que le respondió, debatiéndose, no podía ignorar su nombre en esos labios, y ese sólo acto hacía que su cabeza se volviera un caos, si locura intentando adueñarse de todo mientras que su control quería volver, le gritaba que se detuviera, que era Alexander... un poco de eso fue lo que lo obligó a detener su patada que iba directo a las costillas del otro.

-Xander-

Patéticamente se dejo resbalar al suelo, sosteniendose el brazo solamente para no hacerse más daño. No le importaba que lo matara, le importaba hacerlo sufrir por haberlo matado. Se hizo bolita, sin tomar en cuenta a su brazo para llorar silenciosamente por ellas, por sus niñas.

Dos años, solamente dos años y la muerte se las había llevado, era un pecado que cargaría por siempre. Desesperado, necesitó de nuevo que lo golpeara, para suplantar con lo físico el dolor emocional, apretó los puños, para no provocarlo y se puso de pie con algo de trabajo.

-Orlando... Orlando...-estiro las manos para acariciar sus mejillas, con el brazo en una posición extraña, lo abrazó con fuerza, consolandolo y consolandose, controlandolo o haciendo lo mejor que podía-Lo siento

Su mandíbula se tensó, guardando entre dientes cualquier sonido que delatara su pésimo estado mental al tiempo que se llevaba la mano al rostro, Intentando aferrarse a su parte racional, desesperadamente para no dejarse llevar del todo, porque sabia que si se dejaba arrastrar por la demencia no volvería jamás, y si lo hacía quedaría destruido al saber que había sido capaz de matar a su esposo.

Jadeó intentando poner en calma su mente, callar a la voz que le decía que acabara con la vida del moreno para que no lo persiguieran los fantasmas de Jade y Lena. Dos años y las habían perdido.

Jadeó a punto de retroceder al sentir aquellas manos, y aquél fuerte abrazo lo hizo soltar un grito que revelaba que aún estaba lejos de conseguir un punto de control.

-A...le...xander...-

Sus brazos dudosos lo rodearon temblando ligeramente para intentar contenerse, mientras un grito se escapaba apenas de su garganta, a punto de derrumbarse de descontrolarse, de algo.

-Estoy aqui, estoy aquí... perdóname... no es tu culpa...

Lo abrazó con fuerza, con toda su fuerza para sostenerlo, para que regresara en si o se desahogara o algo. Acaricio su espalda y sus cabellos, que lo lastimase, que lo golpease, que hiciera lo que quisiera, mientras se quedara con él.

-No es tu culpa, no podías hacer nada

Es mi culpa, solo mía

-No debí decirlo, perdoname, no es tu culpa-susurró como si fuera un mantra

Porque si algo le sucedía a Orlando seguramente moriría de dolor, literalmente. El mundo podía irse al carajo, pero Orlando tenía que estar bien.

Cerró los ojos por un momento, tratando con todas sus fuerzas de calmar sus ansias asesinas, enterró sus dedos en la espalda ajena con tanta fuerza que quedarían las marcas moradas de ello. Pero estaba logrando empezar a contenerse, haciendo en primer lugar que sus pupilas volvieran a la normalidad.

-Tienes... razón... debí hacer más...-

Buscó en su bolsillo sacando una jeringa con la que se inyectó a si mismo en el muslo, porque temía no ser capaz de controlar tantas emociones y tantas ansias de romperle el cráneo a alguien.

Jadeó por lo bajo y se apartó levemente de él para mirarlo. -Lo siento... -

Había cambiado tanto desde que las niñas entraran al hospital que a duras penas era capaz de reconocerse, siendo cualquier otra la situación él mismo se hubiera puesto a gemir por sus golpes, se hubiera excitado y hubieran terminado teniendo sexo en ese lugar. Pero no, ya no era la misma persona de antes. No era capaz siquiera de besarlo en ese lugar.

¿Iba a dejar de desearlo? Se paso la mano por los cabellos, ansioso y demasiado deprimido para pensar claramente. Lo único que deseaba era despertar de esa pesadilla, hacer como que nada había pasado. Literalmente nada.

-No importa

Volteo a ver a las niñas, dejando a Orlando tranquilizarse un poco, que él estuviera histérico no ayudaba. Pero lo ansiaba, necesitaba encerrarse y golpear todo hasta sacarse ese dolor, la culpa inconmensurable y la oscuridad del alma.

-Mis niñas...-murmuro muy bajito-

Había tenido que inyectarse un sedante fuerte, aunque con su metabolismo eso no era suficiente, pero por lo menos lo detendría de matar a su esposoen aquél momento, pues a pesar de todo, a pesar de los reproches, de los golpes, de los gritos... de todo lo que se habían hecho seguía amándolo, y la prueba estaba en que no se había quitado el anillo en ningún momento, seguía llevando en su mano el anillo de casado.

Volteó al suelo buscando sus lentes, para verlos en el suelo, rotos, suspiró, necesitaría el repuesto que tenia en su oficina, pero no quería ir ahora, porque Alexander lo necesitaba, y era casi un impulso, un instinto el proteger al moreno.

Respiró hondo acercándose a Alexander poniendo la mano en su hombro, la mano donde llevaba aún el anillo para llamara su atención y hacerlo vokltear para abrazarlo contra su pecho.

-Sube a mi oficina, recuéstate un rato, pronto vendrán las enfermeras y hay que preparar todo el papeleo... no tienes porque pasar por eso-

Alexander traía colgando en la bolsa interna del saco un repuesto de sus lentes e inconscientemente eso era lo que había estado protegiendo más además de su rostro. Alcanzó a sacarlos cuando Orlando se acercara a abrazarlo. Y sostenerse de él fue casi necesario, fue imperante. Se abrazó a él con fuerza, sintiendo como si la noticia no terminara de ser asimilada por él, ni por nada de eso.

Sencillamente no podía creerlo. Se separó un poco para tomar la mano donde llevaba el anillo y acaricio el mismo con los dedos, con la mano donde él también llevaba el propio, Le dejo un beso en la misma y otro en los labios antes de ponerle los lentes en la mano y asentir algo desorientado.

-Estaré allá-murmuró sosteniendose el brazo roto

Salió en el momento justo en que las enfermeras tocaban la puerta, se limpio las lágrimas apresuradamente y las esquivó por completo para ir a refugiarse a su oficina, se sentó en una de las sillas y sin siquiera darse cuenta se soltó a llorar. Le dolía el brazo, pero no importaba, sus niñas habían muerto ¿Qué podría ser más importante que eso?

Cuando el otro aceptó aquél abrazo, lo sujetó con fuerza, recordandole que él estaba ahí, que siempre lo había estado, y siempre lo estaría, aún cuando hubieran estado a segundos de matarse como en esta ocasión. Porque era a la única persona que amaba, a la única que amaría, y por la que moriría con gusto en cualquier momento.

Lo miró, observando aquella mano que también llevaba el anillo que los unía como esposos y una sonrisa de tristeza y melancolía se le dibujo en los labios sólo por un instante antes de recibir su beso y tomar aquellos lentes, observándolos aliviado de que estuvieran ahí, así podría ocultar su turbación a las enfermeras.

Se colocó los lentes en el instante mismo que las enfermeras iban entrando, teniendo que usar toda la frialdad que poseía para empezar a llenar las actas de defunción, ver que las enfermeras amortajaran los cuerpos para llevarlos a la morgue del hospital. Mientras bajaban los cadaveres llamó a la funeraria e hizo los arreglos, el cementerio tendría que esperar a la mañana, después de todo el sol ni siquiera había salido aún.

Agotado mentalmente fue a su oficina, entrando en esta y apoyándose en la puerta en silencio por un momento antes de ir hasta el moreno.

-Déjame ver tu brazo-

Estiró el brazo hacia él, con el otro brazo apoyado en la pierna y la cabeza recargada en este. No levantó el rostro y como era su maldita costumbre no dejo que él lo viera llorar de nuev cuenta. No era necesario, porque de cualquier forma Orlando ya sabía que estaba llorando, muy probablemente no dejaría de hacerlo en todo el día, semana, año o cuanto tiempo fuera necesario. Sus niñas habían muerto y él estaba con vida por Orlando y por Clío.

Ah.

-¿Dónde está Clío?

Era una pésima persona, porque se había desatendido de la pequeña por completo. Suspiró limpiandose las lágrimas del rostro y simplemente dejo que él curara su brazo. No quería pensar, no quería sentir, no quería existir. Recargó la espalda en el respaldo y mantuvo la mirada fija en el ventanal que estaba ahí cerca. Su cuerpo se sentía pesado y calmado, como si nada de eso importara, como si no hubiera ninguna cosa importante para él.

-¿Cuando las entierran?

¿A que hora su vida había cambiado tanto? ¿En que maldito momento su existencia había pasado a ser eso? Quería morirse... sus niñas, sus pobrecitas niñas. Cargaría con ese pecado toda su vida. Con haber matado a las gemelas. Clavó la mirada en Orlando, viéndolo trabajar, sin hacer ni un solo sonido a demás de ese, del de su respiración tranquila y calmada.

Se acercó para tomar su brazo, sabiendo que en ese momento no iba a sentir siquiera el dolor, por lo que no se preocupó demasiado, palpando aquél brazo hasta encontrar aquél punto donde se había quebrado el hueso, considerando la fuerza con la que sabía lo había golpeado no había sido tan malo, por lo menos no era una fractura expuesta, aunque si podía sentir claramente hasta donde se había deslizado el hueso, No hacían falta rayos-x en ese momento para confirmar la fractura, por lo que se apartó un poco, para sacar de su gabinete material de curación para inmovilizar el brazo con vendas de yeso, no decía nada por el momento porque sabía que el otro estaba llorando, y era una especie de acuerdo no escrito que el no debía verlo llorar.

Puso las cosas sobre su escritorio para empezar a curarlo, entonces escuchó la pregunta y alzó el rostro un momento.

-Nicholas la cuida mientras estoy trabajando- Nicholas... era cierto, tenía que avisarle lo que había sucedido, porque el rumor se extendería rápido y comenzarían a llamar a casa de Alexander y a la suya.

Se acercó para poderle descubrir el brazo, lo que se había roto era justamente el húmero, pero con el yeso era seguro que sanaría bien si acaso el otro no se lastimaba más. Respiró hondo para acercarse, guardándose la argolla de compromiso en el bolsillo de la bata para que no se ensuciara, mientras comenzaba a cubrir la parte del brazo con una malla de algodón para proteger la piel,

-Por la tarde... pero tenemos que estar en la funeraria desde temprano-

Sabía que no tardarían en enterarse del hecho los demás médicos del hospital, las enfermeras... y finalmente no podría cruzar los pasillos de aquél lugar sin encontrar a tantas personas queriendo darle sus condolencias, no, era molesto, no quería tener que pasar por eso... ¿el pésame? para que lo quería, esas personas no entendían su dolor, solo Alexander lo hacía, No quería tener que ver a nadie más, ah, pero tendría que, porque habría un funeral, porque tenían que cumplir con todo el maldito protocolo.

-Terminaré con esto pronto-

Iba a tener que inmovilizar hasta el antebrazo, por lo que el codo quedaría cubierto y se quedaría con movilidad limitada de ese brazo, pero así sanaría bien, y eso era lo que importaba. Empezó a humedecer las vendas de yeso, comenzando a cubrir aquella piel que ya estaba protegida por la malla, dando varias capas hasta estar seguro de que tendría la resistencia necesaria. Se fue a lavar las manos para quitarse el yeso, colocándose de nuevo el anillo y volviendo hasta donde estaba el moreno poniendo la mano sobre su cabeza antes de agacharse para dejarle un beso en los labios.

-Vamos, tenemos que arreglarnos-

Siempre le había gustado ver a Orlando trabajar, porque su expresión era completamente distinta a lo normal, era... relajado, era casi tranquilo y sereno. Verlo trabajar era extraño. Casi podía jurarq eu dejaba de ser él y le gustaba verlo, porque podía pretender que no era él mismo y abandonarse a esa imagen de un Orlando qe no era Orlando.

No respondió a nada, solo asintio a cada cosa que decía y tras tenr el brazo enyesado y observarlo casi como si no fuera suyo, como si se lo hubieran puesto de pronto. Asintio a sus palabras de nuevo y se puso de pie para seguirlo y hacer lo que tuviera que hacer. Su orgullo le impedía llorar frente a la gente, frente a quien fuera y solo por eso no se desgarraría en llanto en el funeral.

Solo por eso..

Y porque no tenía el derecho. Siguió a su esposo por el lugar, apenas prestando atención a donde iban, como, porque o los motivos y siguió todas y cada una de sus órdenes como si fuera solamente un cuerpo sin vida, que se mueve por órdenes, un robot o algo similar. Suspiró cuando termino de cambiarse, algo complicado con el brazo enyesado. Se sentó a esperar a Orlando, con la mirada en la ventana y los pensamientos en sus hijas.

Tema: Re: Porque a pesar de todo... te amo Dom 01 Mayo 2011, 01:00

Llevó al otro fuera del hospital y lo hizo subir a su automóvil para llevarlo a la casa donde estaba viviendo, tenía un par de trajes de Alexander ahí, se los había llevado cuando se separarar, y a veces dormía abrazado a alguno de ellos porque no podía dormir sin el aroma del menor cerca de su cuerpo. Lo había llevado ahí por una simple razón, había menos cosas de las niñas ahí... además, debía preparar también a Clío y avisar a Nicholas.

Llegó a la casa, llevando a Alexander a la habitación, dándole el traje para que se vistiera, mientras él pedía a Nicholas que preparara a Clío con un vestidito negro, estaban de luto, mientras el mismo se daba una ducha rápida para parecer algo más humano y no demostrar que había estado de guardia por 48 horas antes del fallecimiento.

Se vistió y fue a ver si ya estaba listo el menor, acercándose para ponerle la mano en el hombro mirando también hacia la ventana por unos momentos, mientras Clío entraba en la habitación, la pequeña ya había aprendido a caminar, aunque aún con algo de torpeza y se acercó a sus padres, sosteniéndose de las rodillas de Alexander alzando la carita para mirarlo.

Tema: Re: Porque a pesar de todo... te amo Lun 02 Mayo 2011, 00:26

En el momento en que Clío se apoyó en sus piernas y levantó la carita fue como si algo se terminara de quebrar en su interior. Estiró las manos para cargarla y la sentó en sus piernas usando solamente un brazo, alisó las inexistentes arrugas de su vestido y acaricio su rostro que lo observaba fijamente.

-Hola mi vida-murmuro con la voz rota

Clío estaba tan grande, tan fuerte, tan... viva. Que le partía el alma verla, le puso la mano en la espalda cuando se abrazó a él feliz de verlo y casi pudo ponerse a llorar. Sus niñas, sus pequeñas niñas estaban muertas, por su culpa...

Y Clío continuaba creciendo.

-Estás tan grande amor-susurró acariciando el hermoso cabellito que tenía, tan igual al de Orlando

Tema: Re: Porque a pesar de todo... te amo Mar 03 Mayo 2011, 12:39

Escuchó la puerta abrirse, y ladeó el rostro para ver como entraba su pequeña, acercándose, y volteó hacia la puerta donde estaba Nicholas que sólo inclinó la cabeza y se dio media vuelta para darles algo de espacio. Tenía que admitir que si acaso Orlando DuCroix seguía vivo ahora, había sido en gran parte porque Nicholas había cuidado de él. Después se avergonzaría de haberlo tenido de nana. Ahora tenía demasiadas cosas partiéndole el corazón.

Solo volvió la vista a su esposo y a la niña que estaba sentada en sus piernas, y que lo abrazaba, Clío había echado mucho de menos a Alexander, lo sabía bien... y el sencillamente no había sabido que hacer. Por eso no era de sorprenderse que la niña estuviera abrazándolo ahora de esa forma. le niña balbuceo, porque aún hablaba, pero en eso estaba.

Seguramente lo que quería decir la niña, era simplemente un "Te extrañe, mamá"

Porque para Clío Alexander era su madre, y él mismo era su padre. Tan simple como eso.

-Te extrañábamos-

Tema: Re: Porque a pesar de todo... te amo Mar 03 Mayo 2011, 22:06

Levantó la cabeza, después de haberse sorprendido por haber comprendido aquellas balbuceantes palabritas y dejarle a Clío un beso en la mejilla. Levantó la cabeza, porue su sinceridad lo había golpeado de pronto.

Abrazó a Clío con fuerza y asintio ocultando el rostro en el pequeño hombro de su pequeña, su hija, que ahora parecía ser capaz de consolarlo. Siempre había dicho... que haría cualquier cosa por ellas, por sus hijas, que mataría por ellas sin dudarlo, sin remordimientos ni compasión.

Y lo haría, claro que lo haría. La guerra entre las familias estaba plenamente declarada. Él se encargaría de que esos sujetos pagaran muy caro lo que acababan de hacer. Porque podían dejarlo sin nada, pero haber tocado a sus hijas ra una sentencia de muerte.

-Yo también los extrañe...-murmuró bajito, limpiandose las lágrimas para no ensuciar su vestidito-Mucho... tanto

Si no me hubiera ido.... nada de esto estaría pasando