Pensó, por un momento, que si lo miraba fijamente el tiempo suficiente se rendiría, pero, cuando no pasó, simplemente se sintió a punto de desistir, dejarle los papeles y mandar llamar a otro ratón para la diversión de ese maldito gato burlón cuando por fin (¡por fin!) firmó el documento y lo dejó sobre el escritorio.
Contuvo la respiración hasta que lo vio ponerse de pie y, estando por respirar aliviado, escuchó de nuevo su voz... una que podía dar escalofríos por la sonrisa que se hacía evidente en ella, muy, muy al fondo de las palabras de autoridad.
Maldita... sea...
"Sí, Duque... muy claro"
Respondió a regañadientes, sintiendo más y más tentador el tintero...
"Se lo agradezco..."
Ahora, si fuera tan amable de permitirme cometer suicido...