En punto

Eran las 5 menos 15, de modo que caminaba lentamente por los pasillos de la mansión sonando sus zapatos contra las baldosas de color granito con la mente puesta en el salón principal donde le esperaba su mesa dispuesta al lado del balcón, quedaba en la planta baja, y daba al hermoso jardín principal, tenía la costumbre de tomar el té ahí, siempre que estaba en casa, sin falta alguna… no había reunión, trabajo o visita que pudiera alterar su costumbre que rayaba en el ritual.

-Si tienes frío, el té te calentará. Si tienes calor, el té te refrescará. Si estás deprimido el té te animará. Si estás excitado el té te calmará…-

Susurraba lentamente mientras seguía andando, le habían llamado los sirvientes hacia poco, que alguien le buscaba habían dicho… pero no se detuvo, continuo andando y ahora el barullo de los sirvientes se había quedado atrás; excepto quizá por unos pasos más fuertes que se acercaban mientras el daba vuelta en una de las esquinas de su hogar.

Odiaba notar el sonido de sus propias pisadas hacerse más fuerte conforme aceleraba el paso. Procuraba mantener su andar en una especie de "caminado rápido", pero ver que la persona a la que seguía tratando de alcanzar no se detenía lo hacía sentir una urgencia insana de correr.

En cualquier dirección.

Lo habían mandando con un portafolio con algunos papeles importantes que el Duque debía firmar esa misma tarde y que debía regresar al palacio lo más pronto posible para que todo quedara listo. Un encargo sencillo que no debía tomarle relativamente nada de tiempo y que, pese a saber que su turno había concluido ya, pensó que nada le costaba hacerlo, sólo se trataba de una firma después de todo.

Había ido a la casa del Duque, tocado la puerta y esperado. Fue recibido por uno de los sirvientes al que pidió llamar al Duque tras explicarle rápidamente porque estaba allí y que amablemente le pidió pasar y esperar un poco. Hasta allí todo normal.

Evidentemente, en algún punto después de los cinco minutos de espera eso cambio, cuando vio a quien había ido a buscar a lo lejos siendo interseptado por uno de sus sirvientes anunciando su llegada, suponía al menos, sólo esperaría un contacto visual o una seña para caminar hacía él y acabar con eso...

Sí...

Eso no pasó.

Su expresión neutra se trasformó en una de sorpresa que tuvo que discimular rápidamente cuando vio al Duque ignorar por completo su presencia para seguir caminando... ¡en otra dirección! Beltrán había tenido que mirar al sirviente con una duda evidente en el rostro, recibiendo como respuesta sólo una sonrisa apenada por parte del empleado.

"Ah... si gusta puede tratar de alcanzarlo..."

Y allí estaba ahora, caminando a paso apresurado tras del Duque, apretando con fuerza el mango de la maleta y sus muelas ocultas en su boca cerrada para desahogar en ello un poco su frustración por sentirse completamente ignorado.

"Duque... ¿me permite un momento?"

Llamó nuevamente, cuidando que si tono no reflejara sus pensamientos en ese momento. ¿A qué jugaban? ¿Al gato y al ratón, o algo así?

¿Quiere detenerse! ¿Por favor!

Spoiler:

Había un cuento así ¿No? Vagamente recordaba una escena familiar… la hora del té, al parecer ese no era el tema del cuento… pero había un conejo blanco al que se le hacía tarde, muy tarde… perdería la cabeza si no llegaba a tiempo y alguien detrás intentaba alcanzarlo con tenacidad… ¿Era un cuento realmente? Si, era un libro…

Sonrió sin disminuir el paso, porque era tarde… no esperaría a la particular Alicia que le perseguía en esos momentos; escuchó su voz decidiéndola conocida… sí, sabía quien era; pero el té esperaba y faltaban apenas cinco minutos… un poco más, detenerse ahora sería contraproducente; lo que hizo como tal no fue detenerse, en la esquina que doblaba el otro estaba a punto de alcanzarlo; de modo que giró con magnifica cautela para quedar ligeramente un paso detrás del otro.

-Beltrán… llegas tarde…-

Susurró dulcemente mientras continuaba con su andar pero esta vez con un brazo rodeando al otro por la cintura, la mano libre sostenía de la muñeca la del rubio mientras lo guiaba técnicamente hacia el salón con su sonrisa angelical pintada en el rostro.

-¿Será limón o leche?- preguntó al aire mientras al fin llegaban al salón que estaba dispuesto ya con una mesa y dos elegantes sillas, eran las 5 menos 3 minutos… justo a tiempo.

Mishka estaba solo en casa y el realmente tenía urgencia de irse, ¿por qué le dificultaba las cosas? ¿cómo se divertía con su desesperación? A veces... No, nunca entendía a ese hombre, como no entendía porque tenía que andarlo persiguiéndo por...

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero cuando, al doblar una esquina, el dueño de esa casa, cual Gato Rizón, se desaparecería tan sólo para hablar a su espalda y tomarlo desprevenido... ¡Desprevenido! pero que deshonroso, tratandose él de un militar entrenado y... ¡Siendo tomado así!

"Duque..."

Un tono irritado se dejó escuchar en su voz cuando ya sentía que se le ponían rojas las mejillas, algo que a toda cosata habia tratado de evitar pero ¡ese agarre! Si no fuera duque... que sini fuera Duque...

Respira, Beltrán.

Como respuesta a su mirada, frunció el seño, nada contento con la situación en la que estaba, o la persona con la que estaba.

Maldito mosoco engreído...

Porque, para él, claro, era un mocoso. Pero, aun a regañadientes, sabía que si no accedía a sus "demandas" jamás conseguiría la firma que necesitaba y podían darle allí hasta las cero horas y nada.

¡Qué tuvieran que sentarse a tomar el té como niñas de primaria! ¿Con quién trataba? ¿con una colegiala? Debería sentarlo, pero a hacer su trabajo.

Primero aparecieron las jovencitas, casi sacándole la vuelta a Beltrán que se mantenía de pie, casi en són de protesta, viéndolas hacer, dejarle todo listo y retirarse disculpándose respetuosamente. Por más que intentaba descifrarlo, mirándolo fíjamente, simplemente no podía adivinar lo que pasaba por la cabeza del Duque.

Apretando realmente molesto la manija del maletín que llevaba con él resolvió... que no le quedaba más opción que sentarse con él, maldiciendo internamente, pero ¿había otras salidas con él? Decían que a los locos hay que darles por su lado.

"¿Podría tomarse 30 segundos para firmar unos papeles...? Por favor."

Como se dedicó a su té de lleno ignorando al militar ni se dio cuenta que no se había sentado cuando se lo ordenó, y eso pudo haberse quedado ahí, lo que se ignora no hace daño y en una persona como el, que ignoraba la mayor parte de las cosas importantes, menos aún…

Su obsesión por el té era como su obsesión por el resto de cosas, el sexo, los paseos a horas precisas en días específicos, el color de los rosales del jardín… eran constantes y siempre ritualizadas… una vez que empezaba no paraba y cualquier interrupción le sacaba completamente de sus casillas…

Como la que acababa de cometer Beltrán…

La porcelana fina de la que bebía hizo un ruido que no era acorde con la elegancia propia de cada movimiento del pelinegro… la taza chocó con el plato pequeño que sostenía en su regazo cuando la voz del otro le llegó… su mirada azul reptó al rostro ajeno fría y dura, como pocas veces era… esa era la advertencia de callar que no daba más de una vez… y tuvo un deseo incontrolable de que Beltrán fallara en esa orden, así podría con justa razón castigarle… aunque a esas alturas, quizás lo haría de todos modos…

Era un militar, su entrenamiento lo preparaba para lidiar con casi todo tipo de situaciones... Y aun así el sonido de la porcelana chocando le provocó una horrible aprensión. Oh, porque con ese duque nunca se sabía.

Sostuvo la mirada, aunque una persona quizás más joven, emocionalmente más debil, seguro la hubiera bajado y accedido al impulso primario de disculparse y quedarse callado y aguantar así lo que fuera necesario hasta captar la atención ajena.

Lastima, él no era así... no en ese momento.

"No le tomará mucho tiempo"

Aseguró en un tono un poco más bajo y, de pronto, todos sus sentidos se pusieron alertas, a la espectativa de la reacción ajena.

De ser un gato, seguro se vería completamente erizado.

Escuchó complacido, tal y como esperaba del militar, se negó a callarse y terminó por insubordinarse con bombo y platillos… su mente dispersa se enfocó entonces para encontrar el castigo adecuado para ese muchachito rubio que no tenía el más mínimo reparo en profanar como un hereje la sacrosanta ceremonia del té de las cinco, dejó a un lado su taza una vez que terminó con el contenido y de reojo miró los papeles que traía consigo, el sello, el palacio… urgentes sin duda y a cargo del otro…

Le importaba muy poco si eran vitales, podían morir todas las personas que fueran necesarias con tal de frustrar un poco a ese militar, por su mente ni por asomo se había pasado la idea de que ya lo tenía más que fastidiado.

Tomó la campanilla de plata que usaba para llamar a sus sirvientes, y al que llegó le informó de la forma más dulce y calmada que el señor Beltrán Érico debía ser escoltado al despacho porque tenía unos asuntos que tratar con él más tarde… o quizá el militar preferiría volver en un mes cuando tuviera más tiempo… una vez dicho eso giró el rostro de vuelta al té esperando a que una de las jovencitas le sirviera otra taza ignorando completamente la existencia de Beltrán…

-Y retiren de una vez esa silla, no hace falta que siga aquí…-

Indicó señalando la silla destinada al rubio dando por sentado que no había más opciones para él que esas.

Se puso de pie al instante, con todas las ganas de "accidentalmente" golpear la mesa y tirar todo lo que estaba sobre ella, el té en especial, y que como la más terrible desgracia, de nuevo, por accidente, este se vertiera sobre el pantalón (o la cabeza) ajeno.

"Con su permiso..."

Su voz salió mas baja de lo usual, y quizás menos clara al estar aretando los dientes, mientras que sus ojos casi podían saltar chispas.

Oh, autocontrol... si lo tenía, si no lo tuviera, con su mal caracter y lo maldito que podía ser el duque cuando se lo proponía, en verdad lo hubiera ahorcado mucho, mucho antes.

Respiró ondo e hizo un esfuerzo para contar hasta él mayor numeor que conocía para guardar la calma y no querer aventarle el maletín en la cabeza, retirándose dignamente al lugar señalado, aunque en su mente lo consolaba la posibilidad de que cierto duque se ahogara con su amado té o sus fastidiosas galletas.

El sirviente encargado de escoltar al otro estaba realmente apenado y pensó en disculparse y aconsejar al militar que si quería salir de ahí en las próximas horas se limitara a seguir el ritmo marcado por el Duque, sin embargo el gesto de ira contenida en la cara del otro le asustó un poco, decidió no decirle nada… y sencillamente se disculpó antes de cerrar la puerta del despacho indicándole que tuviese paciencia…

El pelinegro mientras tanto había tomado su segunda taza de té y ya se había olvidado por completo de la existencia de Beltrán, miraba por la ventana los árboles meciéndose con el viento y disfrutaba del murmullo de las hojas al caer… su rostro tenia una sonrisa apacible mientras el tiempo pasaba.

Cuando al fin indicó que retirasen todo y se dispuso a ir a la puerta del salón, el sirviente que había escoltado a Beltrán suavemente le recordó que el otro le seguía esperando en el despacho; el duque lo miró como si no le comprendiese, como si el sirviente hubiera dicho algo en una lengua descocida.

-No te comprendo…- susurró el duque mientras entrecerraba la mirada haciendo temblar al sirviente.

-Sólo…el señor Erico… está en el despacho como ordenó…- musitó volviéndose tartamudo de pronto

El duque sonrió y miró de nuevo hacia la ventana que seguía abierta…

-Ah, es hora del paseo…- dijo mientras salía por la puerta, pero tomando dirección hacia los jardines.

Miraba el reloj de forma impaciente. Había tenido que llamar a Adrian para pedirle que fuera a cuidar a Mish porque se le había hecho tarde y le pedía disculpas por sacarlo de sus labores sin avisarle con tiempo. Al menos su sobrino era alguiena ccesible y comprensivo y no había hecho gran alboroto de ello, porque sabía que de haberselo pedido a cualquiera de los otros hubieran sacado alguna excusa.

"Luego te pagaré el favor. Nos vemos, gracias"

Colgó mirando a la puerta como si de ella dependiera el que el duque viniera o no... unos minutos después, parecía mirarla más bien como si ella fuera la culpable de que el duque se desapareciera.

Como odio a ese sujeto...

Era tarde para el habitual paseo que el duque daba en sus jardines, pero en ese momento se le antojo ir a caminar justo a los rosales que estaban enfrente de su despacho, el cual por cierto tenia un ventanal grande que le permitía al duque trabajar con el aroma de las rosas entrando en todo momento, cuando llegaba a trabajar que era muy raro, claro está…

Andaba lento, mirando los botones de las flores, incluso tomando uno que otro pétalo de las mismas elegido con sumo cuidado para llevárselo a los labios, mantenerlo entre ellos antes de deslizarlo dentro de su boca y masticarlo lentamente… parecía hacerlo a posta, andar justo enfrente de la ventana de su despacho, lo más lento posible y siempre con una sonrisa calmada de complacencia infinita.

Bufó molestó, desviando la mirada al ventanal fuera, en cierta forma con la esperanza de distraerse y que eso hiciera a las horas pasar más rápido.

Oh, gran error, por que lo que sus ojos vieron no fueron la rosas, o los pajaritos que por allí andaban, ¡sino a ese maldito duque que con todo su corazón deseaba muerto en ese momento! ¿Cómo se atrevía ese niñato malcriado? ¿Cómo?

Lo voy a matar... apenas tenga lo oportunidad, sé que lo voy a matar...

Se sintió con deseos de raspar con las uñas el escritorio ajeno, de levantarlo y romper con el ese ventanal, salir y luego... ¿y luego qué? De nada le servían los pensamientos violentos pero, ¡oh! Si pudiera hacerlo...

Elegía al azar la rosa más lozana, la mas hermosa que topara con la vista y a ella la desprendía de un solo pétalo para llevárselo a los labios, para lamerlo lentamente y después masticarlo, llenándose de ese sabor y gustillo amargo y aromático que caracteriza a las rosas, blancas, rojas, rosadas… cada una tenía un aroma particular.

Había un banco de esos de granito, largo sin respaldar y sin soportes de brazos, solo el banco largo y extendido como una piedra rectangular, que no tenia más adornos que las grecas grabadas sobre la misma, se tumbó en el delicadamente con el rostro al cielo, y se le apeteció el que comenzase a llover, aunque a esas horas, sería casi imposible en esta época del año.

-Ah… es la hora del almuerzo…-

Susurró divertido mirando de soslayo al militar que estaba dentro de su despacho, su cara comprimida por la ira contenida era algo digno de admirar… decidió que Beltrán bien podía esperar un poco más, y tan pronto pensó eso, se estiró sobre la banca cerrando los ojos.

De verdad deseaba que granizara, y que los granizos fueran bolas de hielo del tamaño de bolas de boliche y que, por favor, por gracia divina, le cayera al adorable Duque, una en la cabeza.

Con su suerte, ni así le pasaría nada. Ese sujeto seguro era como las cucarachas y ni siquiera una bomba nuclear podría deshacerse de él.

¿Qué esperaba ese tipo realmente? ¿Quería que fuera allí y se le plantara en frente, fúrico y airado, para exigirle una estúpida firma? ¿Cuál era el gran problema? ¿se les había caído de las escaleras de niño o algo similar?

Si fuera una persona normal, hubiera pensado en dejarle las cosas e irse pero, ese sujeto le daba la impresión de que, con tal de sacarlo de quicio, sería capaz de "desaparecer" los documentos y hacerlo hacer todo ese circo de nuevo, una y otra vez al infinito.

Cerró los ojos y sin querer, o queriendo, a estas alturas era difícil definir cuál era su pensamiento real; se quedó dormido bajo la sombra de los jardines, con el aroma de las rosas envolviéndole.

Fue poco tiempo, a su parecer fue realmente poco, no despertó si no hasta que el viento silbó entre los árboles y algunas de sus hojas fueron a caer sobre su rostro, las apartó con delicadeza bostezando delicadamente contra el guante de su mano y sentándose en la banca… no muy lejos de ahí unas sirvientas con rostro contrariado lo esperaban, movían sus dedos entre sus almidonados delantales enroscándolos varias veces, sonrió levemente, seguro estaban ahí para recordarle de algo.

Se levantó al fin y sacudió su ropa, al mirar hacia la ventana de su despacho se acordó del militar, otra sonrisa larga y tranquila hizo acto de presencia mientras decidía ir a darle una visita al rubio…

-Iré a mi despacho, no hace falta que vengan…-

Anunció al pasar al lado de las jovencitas que suspiraron aliviadas creyendo que habían conseguido, a saber dios cómo; que el duque fuese a terminar con la espera de aquél caballero que llevaba horas en el despacho.

En ese punto, su cabeza se había entretenido única y exclusivamente en maldecir al duque en todas las formas que conocía, inventando nuevas y... Ya, no sabía ni quería saber nada, quería largarse de allí.

Miró su reloj una vez más, negándose rotundamente a mirar a la ventana.

Había sido suficiente.

Se puso de pie dispuesto a ir a la puesta para irse de una buena vez, pero algo le dijo que debía, sólo por si las dudas, corroborar no estar dando un paso en falso, que no fuera a faltarle casi nada y... arruinarlo todo o algo. Suspiró al detenerse más bien por el sonidito de su celular que anunciaba un mensaje de Mishka: "¿A qué hora llegas?"

<< Ponto...>> sabía que era lo único que podía responderle

Pese a ir hacia el despacho, después de pasar un tiempo que a él le apetecía demasiado corto en los jardines, y para el resto de la mansión que se movían a la expectativa de la “desafortunada victima del día de hoy” del duque le parecían más que excesiva; caminaba por el pasillo dejando que sus pisadas resonaran en la planta vacía.

El mismo abrió la puerta cuando al fin llegó a ella entrando de forma lenta, como siempre… elegante pero lenta, como si no le faltase tiempo para desperdiciarlo a su antojo, no miró al militar, se limitó a caminar al escritorio y tomar asiento en su sillón amplio y cómodo frente al escritorio, cruzar sus manos y esperar a ojos cerrados.

-Entonces… ¿Qué le traía por aquí?-

El sonido de pasos lo alertó, haciéndolo retroceder un par de pasos mirando a la puerta abrirse con tal pereza que por poco la avienta con tal de que el lento abrir deje de crisparle los nervios, como parecía hacer cada ligero movimiento de la madera.

Sus ojos no disimulaban la ira que sentía por ese ser, las ganas de... tirarlo al escritorio y ahorcarlo. Tantos pensamientos tan violentos y ninguno que no le llevara a la cárcel de ser ejecutado y, si no fuera porque tenía a Mishka, realmente se hubiera convencido de que aún así valía la pena. La sola existencia del duque... de ese duque...

Las manos que apretaban con fuerza el maletín, comparable apenas con la que el rubio cerraba su mandíbula, llevaron este al escritorio para abrirlo y sacar de una vez esos papeles para ponerlos frente al menor.

"¿Podría firmar esto?" con tinta o con sangre, usted decide.

Sus ojos de zafiro se abrieron lentamente, rasgados, como una línea fina… como una fiera, porque en su letargo eran amenazantes, pero a la vez divertidos, había jugado mucho con su ratón militar… y estaba complacido, sin embargo aún no decidía si lo mataba de un zarpazo y se largaba de ahí bostezando a buscar otro juguete… o sólo le prensaba la cola bajo su pata y se echaba a dormir dejándolo vivo y atrapado.

El otro de dejó unos papeles enfrente, si hubiera dedicado un par de segundos a ver su rostro había notado la furia contenida en él… o tal vez no, la habría confundido con comodidad, alegría, pereza… deseo quizás… bostezo mientras tomaba el primero de los papeles y empezaba a leer lento.

-Ahhhh son papeles importantes…-

Susurraba divertido como si aquello fuese un descubrimiento muy novedoso e interesante mientras seguía leyendo con su rostro apoyado delicadamente en el dorso de su siniestra enguantada.

Sentía que si apretaba más sus molares, iba a terminar rompiendo uno de ellos pero era lo único que lo detenía de apretar otra cosa hasta romperla de verdad.

"Sí... muy importantes"

¡Si no lo fueran no me hubiera quedado aquí esperando a que cierto idiota decidiera que era tiempo para prestarle atención a sus deberes! ¡Me hubiera largado a casa hace horas!

A veces, viendo a ese duque loco, la imagen mental de él como vampiro o algún otro molesto chupasangre (como un mosquito...) aparecían en su cabeza. Así de loco, así de cínico, aprovechándose del poder que poseía y la imposibilidad de otros de matarlo o aplastarlo.

Lástima que el sol no lo mata.

Spoiler:

-Ehhhhh….-

Sonaba sorprendido, pero una sorpresa completamente fingida, le importaba muy poco que aquello fuera cuestión de vida o muerte, y bien pudiera serlo… incluso se dio el lujo de bostezar lento, como un gato que recién había cenado, incluso se dejaron ver sus caninos, un tanto más afilados que el resto de sus dientes… cuestión de genética claro… muy útiles a veces.

Dio vueltas a las páginas lentamente sin prestarle autentica atención a lo que leia pero leyéndolo completamente de arriba abajo, no era lo usual en el, generalmente salia al paso firmando lo que quisieran ponerle en frente, pero a veces… sólo a veces, se daba el lujo de hacerlo “como dios manda”

-Uhmmm pues si… creo que si, importante… decisiones, decisiones… firmar o no firmar… no se si estoy del todo de acuerdo…- como si eso fuera importante, realmente no era algo que le afectase en mayor medida, protocolo… levantó la vista para enfocarla al fin en el contraído rostro ajeno… tomó el tintero lentamente y humedeció la punta de su fina pluma.

Sintió los más auténticos deseos de arrojarle el tintero en la cabeza.

El duque era lo más cercano a un perezoso gato... quizás un hurón... Sí, un desagradable hurón al que, de poder, hubiera despellejado. Vivo. Hubiera cocinado sus entrañas para alimentar a los perros callejeros y usado su piel de tapete, nunca para comer, nunca de vestimenta.

Un día iba a perder el control y lo iba a ahorcar con su propia corbata.

Abrió la boca, pero la cerró inmediatamente porque estaba seguro, y no era paranoia, de que cualquier cosa que dijera, realmente cualquier cosa, iba a hacer al duque ir más lento o desistir definitivamente de firmar y no, no había estado parado allí por tanto tiempo para nada.

Ese mocoso iba a hacer que se le subiera la presión... o algo.

Se quedó jugando con el tintero un buen rato mientras seguía releyendo la misma parte del papel, la parte en la que venía su nombre debajo de una línea sobre la cual debía firmar, eso era todo… incluso había marcadores para hacerlo sencillo hasta para un pez, dos firmas en total, dos… no era la gran cosa, sin embargo seguía sin estar seguro de querer dejar a Beltrán irse así como así.

Bostezó y entonces giró un poco la cabeza, por suerte su mirada felina cayó sobre su reloj de nogal tallado a mano; en esta ocasión si que era la hora de la merienda…

Firmó ambos papeles y cerró la carpeta antes de ponerse de pie y caminar lento hacia la puerta del despacho lamiéndose anticipadamente la miel que saborearía en unos instantes, antes de salir del lugar el duque se detuvo y habló autoritariamente, como pocas veces lo hacía, el tono serio y duro de empresario.

-Ah, Beltrán… quiero un reporte sobre eso en una semana, ni más ni menos; lo traerás tú en persona… o no lo recibiré… ¿Si fui claro?-

Ordenó mientras señalaba con su mano enguantada el fólder que había dejado ahí sobre el escritorio para él.

-Ya puedes retirarte…-

Añadió mientras salía del despacho olvidándose al fin del rubio, por ahora… le mandaría investigar, quería saber un poco más de él, para la próxima vez que le viera.