O Algo Así

Mirando ausente hacia su reflejo en el espejo decidió sobre los dos pares de zapatos que hacía frente a ella en el suelo y a los que ya no estaba prestando atención…

“Los camello” susurró achicando los ojos y mirando a la Kat del frente, en el espejo, achicarlos también y arrugar la nariz sin que One se diera cuenta. Hizo algunos gestos más, sólo divirtiéndose y pensando que había llegado a una decisión miró a los zapatos sobre los que esta había sido hecha y dijo:

“No… los negros.”

Movió los dedos de los pies y se sobó la rodilla, donde acababa de hacerse un moretón por estar bailando en el baño. Suspiró cansada y miró con nostalgia su cama destendida, sus almohadas arrugadas que le decían ‘ven a nosotras, te amamos’ y torció el gesto.

Se puso de pie y caminó a la ventana pensando que no podía vivir encerrada en su casa, por hermosa que fuera su casota blanca, que había quedado en salir y en que, sí… podía invitarlo a su casa pero que necesitaba el aire limpio, necesitaba dar unos pasos o le saldrían telarañas tras las orejas.

Afuera estaba helando, no había mucha gente en la calle.

Corrió a la cama, aún en ropa interior, negándose a vestirse a pesar de que afuera hacía tanto frío y se echó en ella de un salto. Cogió su móvil, que estaba abandonado por ahí, donde lo había dejado cuando apagó la alarma y comenzó a escribir un mensaje de texto:

<<¡Popquiz! ¿Los negros o los color camello?>>

Estaba algo nervioso, odiaba pensar que podía llegar tarde, pese a que aun faltaba un rato para que tuviera que irse, pero era ligeramente paranoico cuando se trataba de la puntualidad, así que, allí estaba, en su oficina, apurándose a tener todo listo para poder salir temprano y llegar a tiempo a casa de Oneida.

No podía evitar pensar, tal vez por el título de empresaria que tenía, que su ajenda debía de estar llenísima, por lo que no quería hacerle perder ni un minuto nunca al pensar que se lo pudiera estar "quitando" de algo más.

Saltó en su asiento y casi arruga las hojas en su mano cuando el vibrador de su celular hijo sonar estrepitosa y ruidosamente la mesa mientras sonaba el timbre predeterminado de Nokia para los mensajes. Como fuera, se apresuró a ver qué era y entonces leyó el mensaje.

<< Negros >>

Sonrió para sí al enviarlo y notar, hasta entonces, que ni siquiera había necesitado leer el remitente, ni preguntar de qué se trataba para entender el mensaje y suspiró como quinceañero enamorado... hasta que cayó en la cuenta de que eso significaba que Oneida seguro estaba por terminar de arreglarse ¡y el ni siquiera había salido!

Se apresuró dejando todo acomodado, fanático del orden al fin. Tomó su celular y sus llaves del escritorio, su termo de café y su maletín, firmó su salida y se apresuró a su carro, un Fiat Bravo del 2007, nada especial, no comparado con los autos a los que seguro Oneida estaba acostumbrada a entrar, pero... bueno, era su auto y estaba bien con él, generalmente.

<< Ya voy para allá >>

Escribió rápidamente con una mano mientras con la otra arrancaba para, precisamente, encaminarse a casa de la menor.

Recibió el segundo mensaje de vuelta y todavía estaba acostada… ya se había maquillado, ya se había hecho una trenza largota y gorda de espina de pescado, ya había logrado escoger unas bragas y un bra que ponerse, porque ese siempre era un dilema, se había limado las uñas y sólo le faltaba ponerse el vestido, los aretes y escoger un bolso, que según la respuesta recibida, tendría que ser negro y eso reducía las posibilidades a siete.

<<Como usted diga, sir. Estaré lista en unos minutos>>

Se puso de pie corriendo, entró a su clóset y sacó un vestido blanco que había comprado recién y se lo puso tan rápido como pudo, aunque peleó un poco con el cierre detrás. Se subió en los zapatos negros sin cuidado, de hecho temió en algún momento dar un mal paso y torcerse un tobillo, y trastabilló hasta su tocador donde cogió de una cajita los primeros aretes que le guiñaron un ojo y que, curiosamente, iban con el vestido de brocados, corte imperio que tuvo que quitarse porque recordó que hacía frío afuera.

Se quitó los zapatos, se puso unas delgadas medias de lana también negras, se puso los zapatos de nuevo y cambió el vestido blanco por uno rojo cereza. Una vez más fue al tocador, se quitó los aretes y se puso unos más cortos que no fueran a estorbarle cuando se pusiera el abrigo.

Dudó cuando miró en su cajón y vio todos los tonos de labial que tenía… y se preguntó si debía intentar algo o no… Decidió que no, que se dejaría lo labios en paz, pero echó uno carmesí oscuro a la cosmetiquera en su bolso. Estaba prácticamente lista.

Tiempo récord.
<<All set!>>

Tuvo que esperar a que le tocara un semaforo en rojo para leer el mensaje que le había llegado poco después, sonriéndo ante el "sir", luego se quedó pensativo con eso de "minutos". ¿Y si se le había hecho temprano... otra vez?

Tal vez debía dar una vuelta a la manzana o algo... No, no, seguro que con el tráfico y eso gastaría algunos minutos más y llegaría justo a tiempo. Oh, pero la calle estaba vacía. ¿Desde cuando las calles están casi vacías a esa hora? Suspiró, le quedaba confiar en los "rojos" para hacer tiempo.

Pero no, tampoco, verde, verde... amarillo...

Sí, tendría que dar algunas vueltas a la manzana, porque tampoco se iba a estacionar frente a la casa de Oneida como novio impaciente, no quería presionarla ni nada similar, seguro que estaba cansada y si él llegaba antes, tal vez le descompensaría el horario que se hubiera programado para tener tiempo si tenía una reunión antes.

De verdad tenía que hacer algo respecto a sus problemas con el tiempo.

Para su fortuna, poco antes de acabar la primera vuelta a la manzana, le llegó un nuevo mensaje, para el que se estacionó para leer y escribir respuesta, sin enviarla hasta estar frente a la casa de la menor.

<< Estoy afuera >>

Llegó el mensaje y ya iba bajando las escaleras, sabía lo puntual que podía ser y de hecho le extrañó que no llegara inmediatamente cuando el reloj marcó la hora. Terminó de bajar los escalones a pasos rápidos, y se ganó una mirada extrañada de una mucama, con todo en mano. En el rellano miró sus pendientes, pues uno de sus asistentes le dejaba las cosas que tenía que hacer durante el día en una pizarra, porque er desorganizada y se le pasaban las cosas si no se las pegaban en la frente.

Había mucho trabajo que después... ignoraría hasta que alguien más lo hiciera. Cogió las llaves de su auto de una mesita de por allí y luego, al darse cuenta de que no las necesitaba las dejó. Miró hacia afuera por uno de los ventanales y sonrió cuando vio el auto afuera de la reja.

"¡Saldré!" gritó a nadie en particular, esperando que alguien la escuchara por si el personal o su asistente preguntaban.

Dió unos pasos, muchos pues su casa era larga, que sonaron muy ruidosos en el piso de mármol y cogió su abrigo al salir, se envolvió apretada en él y salió por la puerta lateral desde que la principal era muy pesada para que ella la abriera sin problemas. Caminó en el adoquin, entre los jardines verdes a pesar de ser invierno, dio la vuelta a la casa y caminó por la vereda hasta la reja.

Sonrió cuando lo vió allí, recordó que esa mañana había estado pataleando porque hacía mucho que no lo veía y saludó con una manita blanca congelada.

Salió del auto poco después de mandar el mensaje para esperarla, golpeado la puerta de este con los dedos casi como un tic nervioso, sonriendo ampliamente al verla a la distancia, luego discimulando para no parecer demasiado raro, alertado por el sonido de los pasos ajenos.

Levantó una mano y saludó moviendo los dedos, correspondiendo el saludo de la joven, acercandose a ella para saludarla con un tierno beso en los labios, sosteniendo su mano casi por inercia, alejándose apenas para verla bien.

-¿A dónde tan arreglada? -preguntó bajito, ligeramente coqueto, sin soltar su mano para guiarla hasta el auto y, por su puesto, abrir la puerta para ella, no sin antes decirle al oído-: Me gusta como se te ve ese color.

El beso estaba anunciado, así que no le sorprendió, sin embargo el susurro al oído que vino a continuación del halago, que a ella le parecía más un halago al vestido que a ella, sí que lo hizo, pero logró aclarar la mente y reaccionar pronto.

"¿Eso quiere decir que no todos se me ven bien?" Respondió quitándole importancia al tono y a las implicaciones que un susurro al oído podían significar porque ya habría tiempo. Se giró levemente a guiñarle el ojo y entró al auto con cuidado, porque los tacones altos y el vestido relativamente corto se lo exigían, y acomodó su bolso donde siempre lo ponía.

Lo cierto es que a ella le hubiera dado lo mismo que él abriera o no la puerta para ella, pero si a él le nacía hacerlo y a ella no la hacía sentir menos, no había problemas. Finalmente eso de que los hombres cuidaran a las mujeres era un último atizbo de condescendencia machista que a ella no le molestaba. ¿Que los hombres creían a las mujeres más débiles que ellos?

Surprise, surprise.

Por lo mismo sonrió a la atención cuando se vió dentro del vehículo y esperó a que él rodeara el vehículo para montarse, jugando con el labial aún dentro de su bolsa, ligeramente nerviosa.

-Me gusta especialmenteme cómo se te ve ese color -corrigió antes de cerrar la puesta para darse la vuelta y entrar al auto también.

Se acomodó poniéndose el cinturón y, hasta estar arriba, preguntó: -¿A dónde te gustaría ir?

Él personalmente había pensado en apenas un pequeño paseo por alguna plaza o centro comercial, comprar algo de comer e ir a casa... bien, quizás había pensado sólo en los últimos dos, pero viéndola arreglada "para salir" supuso que algo así desearía hacer.

O no.

-Pensaba en comprar algo de comer y rentar películas para ver en mi departamento, pero no sé si te gustaría hacer algo más.

"Suena bien" dijo finalmente sacando la mano de la bolsa y dejando el labial por la paz. Mirando al frente se pudo dar cuenta de que de cualquier modo con el clima que hacía, salir no era tan buena idea a menos que fueran a un centro comercial y recién lo había hecho, podían ir al cine pero ver una película en casa era lo mismo y además podían poner pausas y hacer cuantas palomitas quisieran... y abrazarse cómodamente.

Soltó una risita aguda con la boca cerrada al imaginarlo.

"Supongo que no hay mucho que hacer con esta neblina" hizo una pausa para mirarlo y arreglar un poco su cabello que aunque pulcro siempre iba peinado, digamos... feo y si ella podía arreglarlo, por qué no lo haría. De hecho lo despeinó un poco y no se arrepintió porque tras su ligero toque se veía mucho mejor. "...y si el frío no es para que uno se quede en casa acurrucado, entonces no sé para qué sí."

Le guiñó un ojo y cruzó las piernas con dificultad en el reducido espacio que el auto le daba para ello.

Sonrió ante la respuesta, sobre todo por la segunda parte de ella.

Se estiró un poco en su asiento para regalar un beso en el largo cuello de Oneida, apoyándose apenas un poco en la parte entre ambos asientos, sin de aprovechar la oportunidad de acariciar, aunque fuera sólo con el dorso de los dedos, uno de los chamorros de la menor.

-Entonces eso... -respondió antes de llevar ambas manos al volante para, de una vez, arrancar-. ¿Cómo qué se te antoja comer?

El beso en su cuello era medio rutinario pero para nada lo pasaba por un beso cualquiera, le gustaba sentirlo acercarse y le gustaba saber que lo hacía a voluntad, que de algún modo la encontraba bonita. Sentía quizás que sus esfuerzos por verse linda valían la pena. El consiguiente leve roce contra su pantorrilla la divirtió y medio la dejó deseando no traer las medias tejidas, le quitó importancia porque ahora no podía concentrarse en eso, pensando en qué quería comer.

"Hace mucho que tengo ganas de comida árabe... pero no tengo hambre realmente así que lo que se te antoje está bien" respondió con toda sinceridad, restándole importancia a su opinión con un ademán. Había desayunado muy tarde y además pensar en comida le daba un poco de asco, qué iban a comer era lo que menos le importaba.En realidad pensaba en qué iban a ver y en si podía permitirse no volver a casa esa noche porque en verdad que no le apetecía.

-Entonces vamos primero a ver qué películas rentamos, compramos palomitas y luego vamos por la comida. Pero tienes que comer y tratar de levantarte más temprano.

Y puede que lo dijera en parte sonando como papá, pero se preocupaba por ella, porque no comiera suficiente o porque se la pasara en cama a veces... bueno, no siempre sola y a veces él mismo tenía algo que ver con eso, pero eso era distinto.

-A menos que esperes que te amarre a la silla y te obligue a comer.

Se rió de pronto ignorando que el primer regaño la había enojado porque no era ninguna niña, comía lo que tenía que comer y no más, nunca más. De ratos le molestaba que él intentara educarla, no podía culparlo porque a eso se dedicaba, educaba adolescentes estúpidos, pero al final siempre lo dejaba por la paz y ella sabía así, así como él se lo hacía saber, que la quería y se preocupaba por ella.

Aunque en realidad, se rió más por imaginar la escena que él con tanto atino había propuesto y que para nada sonaba mal, al contrario... de hecho lo único que sonaba mal era que la obligara a comer.

"Bueno" dijo arrastrando la e y mirándolo de reojo a través de sus pestañas largas con una sonrisa. "No lo sé, cuando te lo propones puedes ser muy... Convincente.", antes de la última palabra, su mano derecha con perfecta manicura recién hecha, fue a parar a la rodilla del conductor, aparentemente bien concentrado en el camino al frente, y se tomó un momento para acariciar su muslo mientras reía una vez más. "Quizás nos resulte."

Spoiler:

Sonrió con su risita, de lado y porque no pudo evitarlo, aunque reaccionó ligeramente a la mano en su rodilla al no esperar eso del todo, aunque preparado así para la caricia en su muslo que vino poco después, sacándole una mirada medio desafiante, medio coqueta al respecto.

-Podemos hacer que resulte...

La miró por el rabillo del ojo, porque tampoco iba a distraerse del todo del camino, aunque se vio tentado a dejar de conducir con una mano para acariciar los dedos sobre su muslo mientras llegaban a la videoteca.

"De usted depende, caballero." dijo con aire falsamente distraído, mirando y haciendo a sus dedos 'caminar' de 'puntas' de vuelta a su rodilla, lentamente. Volvió la mirada a él alzando las cejas y ladeando la cabeza, quizás un poco infantilmente,"Yo estoy dispuesta a cooperar..."

Entonces miró al frente y al ver la luz roja encendiéndose para ellos se desabrochó el cinturón de seguridad y inclinando el cuerpo hasta él, logrando enredarse en sus propias piernas de algún modo que ignoró, besó su mejilla lentamente y tras acariciar su oreja con la punta de la nariz, le susurró "Hasta cierto punto" y volvió a su asiento mordiéndose los labios.

Podía decir que no se portaba así usualmente y que sólo era así de obvia cuando tenía más 'apetito' que hambre... pero lo cierto es que eso era casi siempre. Frederick tenía algo... algo detrás de esa fachada de adulto aburrido, o justamente eso? No lo sabía, ni le interesaba demasiado, no si él seguía sonriéndole así.

Había pisado suavemente el freno cuando notó el rojo, cuidándose de no verse demasiado distraído por las atenciones de la más joven en el auto, sintiendo sus dedos pasearse por su pierna con la libertad que hacía tiempo le había concedido.

El final de la frase le sonó a un suave reto, que unido a la caricia de la nariz de Oneida contra su oreja, se volvía también provocación. Esos labios pocas veces se el habían antojado tanto como ahora que les veía siendo ligeramente oprimidos entre los blancos dientes, aunque la idea de que si unos dientes iban a morderlos, prefería que fueran los propios.

-Bueno...

Se acercó aprovechando que aún estaban en rojo y acarició con su aliento los labios ajenos antes de besarlos, acariciando con los dedos un par de cabellos fuera del peinado de Oneida que caían por su hombro y bajaban después por la parte frontal del saco.

-Ya veremos que hacer... cuando pasemos ese punto.

"¿De verdad tenemos hambre?" preguntó sonriendo, su rostro aparentemente adormecido, insinuando de un modo poco sutil que al menos ella no tenía ninguna prisa por comer o por llegar a ningún lado. Intereses más tentadores e inmediatos habían logrado escalar hacia el puesto número uno en su lista de prioridades.

El cabello que había escapado de la trenza le hizo cosquillas en el cuello cuando la mano lo recorrió hasta abajo y le echó un vistazo sonriendo porque era oficial que ya no iba a pensar en nada más, no cuando ese beso se sugería profeta de mejores ideas que... bueno, seguir el camino y comer.

"Vamos a tu departamento y pedimos algo... hmm?" susurro antes de besarlo una vez más, acariciando suavemente su cuello y su mandíbula, reprimiendo las ganas de aventarsele encima porque el carro era pequeño y porque estaban en medio de un crucero con el motor encendido y un montón de gente en las aceras. Le gustaba fingir que no pero era tímida para las demostraciones de afecto en público, seducirlo en publico en el auto ya era casi el límite de sus capacidades.

Su mano que se había encargado de mover los cabellos libres de Oneida se había quedado paseando tocando al ras el saco, sobre su pecho, antes de posarse sobre él y atraparlo con apenas una leve presión en su palma al tiempo que correspondía ese juguetón y prometedor beso con una pequeña sonrisa, mordiendo ligeramente el labio inferior de la menor...

Entonces escuchó el claxon del automóvil atrás de ellos que exigía que se movieran porque el semáforo, en algún punto entre el coqueteo y el juego, había cambiado a verde.

Sólo se rió bajito, para sus adentros antes de asentir, acomodándose de vuelta en su asiento para volver a ser un buen conductor que respetaba las normas de transito. Había otras normas para romper en el departamento.

-Me parece bien... -comentó con la sonrisa impregnada en su voz ahora que sabía su destino y tomaba el camino hacia él.

Sonrió arrugando los ojos, conteniendo la risa, ligeramente azorada por el repentino 'contacto' que era ligeramente inusual, inesperado pero que de ningún modo le pareció desagradable. Al contrario, se mordió la sonrisa mientras se acomodaba de vuelta a su asiento, con los hombros un poco tensos más por expectativa que por incomodidad, ambas manos de nuevo acomodadas en su regazo.

Le tomó un momento recargarse cómodamente en su asiento y lo miró con una sonrisa discreta, reacomodándose el borde del vestido. -No me queda duda.

Decidió que la parte de las películas estaba demás aclaraba, por supuesto que ya no iban a ver películas, que se habían olvidado de ellas y que, si por algun raromotivo llegaban a rentarla, simplemente quedarían ignoradas en la mesa del café frente a la televisión y no era para nada agradable porque sería, además de un gasto innecesario de recursos, también lo sería de valioso tiempo.

Así que optó por saltarse el paso e ir directo a su departamento, procurando poner la mente un poco en blanco para evitar distraerse, chocar o hacer otras cosas que pudiera ameritar una multa o alguna penalización un poco mayor.

No tardaron mucho más en llegar al complejo apartamental, frente al que estacionó el auto y se bajó para abrirle la puerta a Oneida, ofreciéndole su mano como ayuda para bajar, mientras alternaba la mirada entre ella y la puerta del departamento ligeramente ansioso.

Se bajó rápidamente del auto, con cuidado de no poner el tacón en la cuneta y torcerse el tobillo, recibiendo su mano con una sonrisilla de complicidad al ver su ávido interés en entrar al departamento y sin reacomodarse el vestido sobre las piernas. Caminó a pasos largos a la entrada y espero sosteniendo la puerta a que él pasara y cuando lo hubo hecho lo tomó de la mano y llevó con ella hasta el elevador, presionando el botón hacia arriba con pereza y recargándose contra el muro, mirándolo aún con travesura, mientras llevaba la mano que sostenía hasta su cintura.

No dijo nada más porque por el momento, sentía que su mirada decía suficiente. Estaba ansiosa de llegar y no es que se sintiera especialmente con 'ganas', sino porque era siempre divertido ir a su departamento y rodar por allí (a veces ella sola, incluso), comer, ser floja y ser lo mismo que en casa, pero con él, con él siempre se divertía más, se sentía más segura y con más ganas de ser feliz.

Aunque eran muy buenos teniendo sexo, eso sí.

Con un poco menos de ansias, que ella le hubiera sostenido la puerta a él le hubiera parecido un poco incorrecto, no por ella, sino por él, por la falta de atención. Pero en ese preciso instante, eso era lo de menos. Podía seguirla de cerca a donde quisiera y, cuando con tan sólo una mirada le dijo tanto, ¿qué cabeza podría seguir pensando en cosas tan insignificantes como esa?

Se acercó con una sonrisa complice, apretando apenas su mano en su cintura antes de robarle un pequeño beso en los labios, sin poder mantenerlo el tiempo deseado por el sonido del ascensor que anunciaba su llegada al tiempo que abría sus puertas.

La sonrisa se le dibujo en los labios de nuevo y, tomando la mano de Oneida la guió dentro del elevador, atrayéndola a él con un tiró que no llegaba a ser brusco (o quizás sí, pero no demasiado), para poder continuar ese beso como deseaba, abrazándola a la altura de la cintura, que les durara al menos hasta llegar a su piso.