Miel

Los parques de Hampstead resultan deleitantes a la vista, al oído, y especialmente al tacto durante las mañanas; el ambiente es fresco, las aves canturrean, los insectos se sienten aún lo bastante perezosos como para no aparecer demasiado y las flores y hojas mantienen sobre ellas aún el rescoldo húmedo del sereno.

El duque camina solo por el mismo sendero de piedras blancas que llevan hacia las fuentes y los magníficos rosales del centro del parque cada día 13 del mes sin falta, esta mañana en particular está de un ánimo volátil, como perdido para variar; lleva su elegante ropa de tonos azules, chaleco ceñido, pantalones blancos y botas altas, es evidente que los moños del cuello y el cabello no pueden faltar, lleva consigo un elegante bastón negro en el que se apoya sin necesidad real, este tiene incrustado un estupendo y redondo zafiro, no tan pequeño como los que adornan la cadenita que une sus lentes al broche del pecho.

Camina rítmicamente, diferenciando el paso de sus botas y el golpeteo del bastón, tarda mucho al caminar; entre que admira las flores y acaricia algunos pétalos o se detiene a mirar a las avecillas acicalándose. Tiempo después llega al fin a los jardines centrales del parque, inundados todos de rosas con una magnífica fuente en el centro… y ahí en la fuente una persona, la única que ha visto en toda la mañana, se acerca a dicha persona atraido de improviso como abeja a la miel… le toma suavemente del mentón para poder mirarle bien y le sonríe con la dulzura tranquila que lo caracteriza…

-Hermosos ojos los que posees… realmente hermosos-

Todo era serenidad en ese momento. Era calma y paz, era serenidad y silencio. Había pasado toda la noche cuidando la salud de un miembro del parlamento, un miembro ya grande que parecía enfermar cada vez más. Suspiró cerrando los ojos, disfrutando de algo tan mundano como lo era el viento sobre su rostro.

Porque estaba completamente cansado, agotado de trabajar tanto, de mantenerse en vela casi 3 días seguidos. Y no tenía ánimos de moverse a casa todavía, de revisar carpetas, historiales, pacientes y sumergirse de nuevo en el absorbente trabajo que tenía. Solo quería quedarse en paz, así como estaba y luego, más tarde, con las fuerzas recuperadas, ir por una taza de cafe o de te negro a algún lugar. Porque también comenzaba a darle hambre.

Escuchar el sonido de pasos lo distrajo, lo hizo abrir los ojos y clavarlos en esa figura ya conocida, tal vez no conocida por un trato diario, pero por favor ¿Quien no conocía al duque? Lo observó algo sorprendido cuando lo tomara de aquella manera y sus ojos brillaron divertidos, porque él ya no era capaz de sonreír.

-Duque

¿Hermosos ojos? Si, algo. Tenía que reconocerlo, adoraba sus ojos. Solamente porque Anya los había heredado y su mirar violeta se veía impresionante en su pequeña. En su angelito.

-Le agradezco sus palabras-murmuró sin querer romper la paz del lugar

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Permiso~

No parecían miel, pero eran como miel; al menos eso decidió la mente del duque mientras se quedó así, inclinado levemente apoyado en el bastón con una mano y la otra firme en el rostro ajeno moviéndolo suavemente a un lado y otro para disfrutar de cómo la luz hacia brillar esos ojos, de los ojos pasó a la boca y al cabello, soltó el mentón ajeno para tomar un mechón del mismo observándolo detenidamente, un rato más que largo… lo miraba como si aquello resultase verdaderamente fascinante, el rostro tranquilo y sonriente, como perdido en medio de una entonación.

Se inclinó un poco más y entonces aspiró el aroma del mechón de cabello entre sus dedos, aroma a rosas, un rastro leve de shampoo quizá y desinfectante de hospital… pasó un largo rato y al fin le soltó completamente enderezando el cuerpo y mirando al otro a los ojos.

-Delicioso aroma, realmente delicioso… ¿Nombre?-

Preguntó al tiempo que elegantemente giraba sobre si para sentarse al lado del otro sacudiéndose un poco el polvo inexistente de su pantalón; eso si, mirándolo de reojo en todo momento.

No pensaba mucho en los hospitales, como no pensaba en muchas otras cosas, incluso si estaba en uno no ponía atención al significado del mismo, a los rostros de las personas enfermas o a los recuerdos, para él al visitar uno, muchas veces era cuanto más entretenido el ver ondear las cortinas de las ventanas del hospital o el brillo interesante de la punta de una aguja antes de sacarle sangre a alguien, aunque el aroma lo registraba sin querer, cosa de los sentidos.

Se estiró un poco hacia el lado del chico para tomar con su mano una de las rosas que crecían en los arbustos, rozándola con las yemas de los dedos, acariciándole los pétalos antes de arrancar uno sólo de los mismos y llevárselo a los labios acariciándose con la suavidad del pétalo color rojo, después de unos segundos y mientras escuchaba el nombre ajeno, lentamente depositó el pétalo dentro de la fuente dejándolo girar en el agua cristalina y fría.

-Mijaíl… Miel… Mijaíl…- Sonaba como la miel, no había duda alguna entonces, era como la miel, y lo decidió sin vuelta de hoja en ese preciso instante…-¿Disfrutas de esta calma como yo? Es por eso que lo haces y paseas… a esta hora, los pétalos aún tienen rocío-

Se había quedado mirando al pétalo que giraba cada vez más lento en el agua de la fuente, pero aunque esperaba y esperaba, susurrando un poco el nombre ajeno, más y más bajo hasta que llegó un momento en que sólo movía los labios simulando el nombre sin emitir sonido alguno; aquel pétalo no se hundía, seguía bailando en la superficie, parecía que podía seguir así todo el tiempo, quería que se hundiera.

Así que lo hundió el mismo empujándolo lento con su dedo índice hasta que estuvo dentro del agua, su mano se mojó aunque sin llegar a la muñeca o la tela de su ropa, sólo los dedos… aún mirando el pétalo, que ahora se ahogaba dentro del agua se llevó el índice a los labios para recoger con la lengua una gota de agua.

Él hablo, así que le hizo levantar el rostro al momento, como si recordara apenas que estaba acompañado, le sonrió un poco más inclinando la cabeza a un lado para mirar mejor a Miajil, Miel…

-Pareces cansado… aún no sale el sol y pareces cansado… ¿Quieres ir a dormir?-

Al tiempo que preguntaba eso su mirada se entrecerraba un poco y la sonrisa estilizada se alargaba un poco más sin convertir su gesto dulce en algo completamente desagradable, a lo sumo, un poco peculiar.

Casi nunca notaba las cosas que no le interesaba notar, como preguntas que nada ofrecían de interesante, documentos con demasiadas letras o planes de remodelación de la mansión… pero las breves tensiones en un rostro ajeno si que las notaba, como las de el que tenía enfrente.

Acercó su rostro al ajeno mirándole con la misma calma amable, pero detrás de esa sonrisa oculta en las líneas de los labios y el brillo azul de sus ojos crecía un repentino interés… un interés que se disparo a niveles olímpicos tan pronto Miel desvió la mirada, y trató de hacer espacio entre los rostros.

-Puedes visitar mi habitación cuando quieras-

Declaró quizá completamente fuera de lugar mientras sus labios se entreabrían un poco y su lengua se paseaba lento por la parte baja de los caninos superiores como comprobándolos, que siguieran ahí…

Asintió, porque sí… su habitación era lo que había dicho, se acercó un poco más al rostro ajeno porque aquel estremecer del otro causado por su persona le invitaba como lo haría el fuego a las palomillas nocturnas; acercarse hasta quemarse valía para él.

Creyó que intentaría huir y no lo hizo, al contrario aceptó la invitación completamente, o ese fue su entender cuando le tomo con cuidado un mechón de cabello; las palabras estaban de más si con sus acciones accedía; al tiempo que soltaba el bastón elegante que se quedó apoyado a su lado tomó las manos ajenas por las muñecas para evitar una posible retirada.

-Entonces irás ahora-

Decidió por su cuenta inclinándose sobre el rostro ajeno, en un principio su dirección eran los labios del otro, pero cuando estaba sobre ellos rozándolos con los propios se desvió sin consumar un beso buscando por el contrario la oreja ajena para atrapar entre sus labios el lóbulo y lamerlo un instante.

Gracias al contacto que tenía ahora con las manos ajenas encontró un foco de atención que había pasado desapercibido, el pulso en las muñecas ajenas, quizá era su magnánima imaginación o realmente podía sentir la alteración del pulso ajeno en las venas de sus muñecas a través de los guantes, por una o por otra razón lo soltó y se quitó lento uno de sus guantes para deslizar la punta fría de su dedo sobre las venas de la muñeca una y otra vez con la suavidad de una mariposa al posarse en algo.

Iba a presionarlas con algo de fuerza para ver si ese palpitar paraba un poco o aumentaba, pero olvidó su intención cuando le vio asentir suavemente, recordó entonces la invitación que le había hecho y sonrió largamente de nuevo. Tardó más en sonreírle que en lo que se puso de pie, elegantemente claro pero con prisa, tomó su bastón con la mano libre, porque la otra no había soltado aún a su chico de miel, incluso olvido el blanquísimo guante que se había sacado, el cual quedó ahí en la orilla de la fuente propenso a terminar dentro de ella como el pétalo.

Le jaló y le hizo caminar a su lado, rodeándole en un abrazo por la cintura con la misma mano ahora desguantada que le había tomado el pulso, le pegó a su costado como si paseasen juntos y echó a andar a las afueras del parque donde el coche del duque esperaba pacientemente, el chofer no se sorprendería al verlo llegar con el otro, no sería la primera vez que el duque saliera a ver rosas y regresara con compañía.

Su rostro siempre ausente con amabilidad etérea se afiló con su mirada cuando escuchó su nombre en labios ajenos, podía parecer la mayor parte del tiempo, y con justa razón, que el duque no sabía nada de lo que pasaba a su derredor… pero era apariencia… siempre que era de su conveniencia y placer guardaba celosamente mínimos detalles en su memoria y cambiaba de actitud como de color los camaleones… y la forma en que el otro pronunció su nombre le gustó.

-Sabes mi nombre…-

Susurró con un tono divertido, sus manos delicadas se cerraron un poco más fuerte en el rostro ajeno y lo jalaron hacia si mismo de pronto… su aliento chocó contra la frente ajena y se deslizó hasta sus labios, los cuales besó sin pena ni apuro… lento, los lamía un segundo y al siguiente los mordía fuerte, aunque no al punto de hacerlos sangrar.

El cochero procuró ignorar aquello y llegar pronto a la entrada principal, si el duque empezaba en serio, no iban a dejar el coche ese día… y el prefería no tener que limpiar los asientos luego.

Sus manos le recorrieron el cuerpo a gusto y placer propio mientras seguía gastándole los labios con sus besos demandantes en los cuales abundaban las mordidas suaves y aunque no le había sacado sangre hasta el momento, si había abusado lo bastante de esa boca como para enrojecerla por su presión, por su exigencia al besar, quizá solo por su pasión… realmente sabía a Miel, a una deliciosa ambrosia dulce, aromática…

El cochero carraspeo cuando abrió la puerta del duque, habían llegado al fin a la entrada principal, la enorme puerta de la mansión estaba abierta y dos filas de sirvientes esperaban a que el dueño del lugar entrase con las cabezas ligeramente inclinadas y la mirada lo más lejos posible de la escena del coche…

El pelinegro al llegar a casa sonrió… se bajó del automóvil dejando dentro su bastón, tomó a su chico de miel del brazo para ayudarle a salir y una vez fuera lo abrazó por la cintura caminando pegado a él entre los sirvientes como si tal cosa…

-Requiero silencio… privacidad; ni una sola interrupción será tolerada…- susurraba conforme avanzaba y entraba al fin a la mansión que era su hogar, sin despegar al doctor de su lado empezó a subir lentamente las largas escaleras que llevaban a los pisos superiores, a las habitaciones del duque… tomó un mechón de cabello ajeno mientras subía los escalones… -Si deseas algo… sólo debes pedirlo…- le murmuró al otro mientras le mordía lento el lóbulo de la oreja.

Se entretuvo con su oreja, con su cuello y la línea firme del hombro aún por encima de la ropa le besaba y mordisqueaba mientras lo llevaba hacia sus habitaciones, amplias y cómodas, los sirvientes habían quedado atrás, cerrarían la puerta y partirían cada cual a sus labores ocupándose de no interrumpir al duque hasta no ser llamados, lo que por su experiencia podía pasar lo mismo en una hora que en un par de días.

Mientras lo empujaba hacia dentro del cuarto el otro se puso frente a él deslizando sus manos en otro momento tímidas sobre su cuerpo, con una confianza un tanto más personal y mucho más divertida, tomaba parte del juego directamente y él estaba más que dispuesto a dejarlo participar…

Cerró la puerta a sus espaldas sin ocuparse del seguro, estaba claro que nadie iba a meterse ahí o siquiera pasearse por esa planta, no si apreciaba su vida… así que bien la pudo hasta dejar abierta…

-Me tienes…-

Respondió divertido mientras le mordía el cuello con más fuerza de la que hasta ahora había empleado dejándole las marcas de sus dientes, sus colmillos… lamió lentamente, con placer aquella impresión sobre la piel ajena… quedaba un guante en sus manos y se despojo del mismo, al tiempo que se quitaba los lentes desabrochándolos y colocándolos sin cuidado sobre una mesa de centro, el cuarto donde estaban amplio y con ventanales tenia sillones, televisión, sonido estéreo, una cama amplia de doseles, un cuarto de baño completo igual de amplio, incluso un minibar con un frigorífico y una pequeña alacena bastante surtida… suficiente como para, si le apetecía, retener ahí a su chico un par de días sin necesidad de nada… cosa que empezaba a considerar.

Le dejó hacer mientras lo miraba complacido, ojos entreabiertos y sonrisa suave inamovible, solo el ardor en sus ojos delataba el insano deseo que crecía y crecía como su obsesión por aquel personaje, por la miel de sus labios y la que sin duda destilaría su cuerpo cuando le poseyera, las veces que hiciera falta hasta agotar su deseo de esa noche… si es que se agotaba.

Se transformó gratamente a sus ojos, en alguien movido por placer, mero gusto… calor y deseo, vivía para ese tipo de metamorfosis que solían darse en privado, los que afuera eran más serios eran siempre los mejores en la cama, no siempre, pero la mayoría, se regodeaba en la capacidad de encontrarlos.

Dejo que le desvistiera, que tomara e hiciera como gustase… lo tuvo de rodillas ante él lamiendo, y le fue guiando con morbo… indicaciones breves pero directas mientras le acariciaba el cabello negro, sedoso.

-No dejes de hacer eso… quítate la camisa.... lento...-

Que le atendiera mientras él se desvestía, la imagen inmejorable… deseo grabarlo para verlo una y mil veces… sonrió pensando que tal vez más tarde, la lujuria se podía palpar en su voz, en sus peticiones... se mantenía calmado en apariencia, imaginando cada escena, cada posición y a Mijail en todas ellas...

Movió la cadera contra aquella boca que lo recibía tan deliciosamente dispuesta, se soltó la delicada cinta del cabello para dejarlo suelto mientras enredaba sus dedos en los ajeno, negros como los suyos… igual de largos en apariencia.

Aquella camisa termino en el suelo arrumbada, así terminarían el resto de aquellas ropas que ocultaban el cuerpo del otro, que en esos momentos consideraba como de su propiedad, de cierto modo lo era… no le dejaría ir de ahí hasta hartarse de él, hasta devorarlo todo.

Su hombría había cobrado vida en la boca ajena, le miró hacia abajo sonriendo complacido de tenerlo así, susurrando su nombre, con los ojos brillando de deseo… y un tipo de deseo sumiso… como para chuparse los dedos.

Su mano se colocó en la nuca de Mijaíl para hacerlo separarse y levantarse, lo atrajo a un beso demandante relamiéndose de su sabor mezclado con la saliva del otro, apenas unos segundos para morderle la boca y elegir un sillón, individual y pesado… hizo girar al chico y le empujó contra el sillón, dándole la espalda a él… se deshizo de la ropa atorada en sus tobillos acercándose, acariciando la espalda, rasguñándola dejando unos delgados hilitos rojizos desde los omoplatos hasta antes de los glúteos, ahí donde sus uñas habían pasado…

-Abre las piernas… levanta el trasero… así… buen niño… sostente del respaldo con las manos…-

Le acaricio el trasero por encima del pantalón mientras colaba sus manos al frente desabrochándolo y bajándoselo sin mucha calma ni suavidad.