Magdalenas y otros dulces

No podía creerlo, ¡se le había hecho tan tade! Pero es que el era un episodio que no había visto y no podía apagar la tele sin saber en qué iba a terminar. Seguro, eran sólo caricaturas pero si se perdía un episodio luego no entendería lo que pasaba después y... no, no, valía la pena, sólo tenía que correr un poco, nada del otro mundo.

¡Oh! ¡El pan dulce! Su madre le había dicho que a su padre le habian gustado mcuho las magdalenas y le había pedido más de ellas esta vez, también que llegara más temprano, porque ella debía irse a revisar al médico y no quería dejar a su papá solo.

Con lo que no había contado es que, en ese par de horas más temprano, la panadería a la que usualmente iba estaba cerrada... ¡Cerrada! ¡Ah...! No podía llegar a casa de sus padres con las manos vacías, sabía perfectamente que si algo le gustaba a su familia es que les llevara toda esa variedad de pan, ya sabía incluso los favoritos de cada uno, (hasta los del bebé de su hermana) ¿qué iba a hacer? Sabía que no le reprocharían nada pero le gustaba tener atenciones con ellos y...

No, debía haber otra panadería cerca, todo era cosa de preguntar, seguro que alguien por allí sabía de alguna... ¿Dos? ¿En la misma zona? No era un poco... Ah, bueno, ¿qué sabía él de esas cosas? Mejor apresurarse o haría que se le hiciera tarde a su madre en el médico y no quería eso.

A ver... ¿la de la derecha o la de la izquierda? Una tenía más gente, tal vez sabía mejor, o tal vez solo no tenían el pan listo en la otra aun... ¡pero se tardarían mucho en atenderlo! Mmh... ¿se debía arriesgar? Ok, lanzar una moneda, eso siempre ahorra el tiempo de indecisión y... Ok, sí, con el que no tiene tanta gente. Ni modo.

-Buenas tardes, ah... -¿había alguien? No veía a nadie.

Domingo por la mañana... usualmente ese día Loran a diferencia de la mayoría de la gente, se levantaba más temprano que el resto de la semana, simplemente porque al ser el día que las familias aprovechaban para pasar juntas, el comenzaba con la preparación de dulces, postres y todo tipo de pan dulce desde mucho más temprano que de costumbre.

Pero la inauguración reciente del local enfrente lo tenía algo decaído, razón por la cual no siguió su rutina de siempre, y no fue sino hasta que cuatro naricitas húmedas comenzaron a olfatearle las manos y la cara que finalmente despertó, se dio una ducha y con su pequeña tropa se dispuso a hacer lo mismo de cada día.

De eso ya había pasado poco más de media hora y al ver que no le estaba yendo muy bien suspiró, tal vez sería buena ida cerrar temprano ese día, esperaría hasta medio día y si las osas seguían así...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó la campanilla de la entrada que anunciaba la llegada de un posible cliente así que espabilándose un poco para levantar el ánimo salió de la cocina justo en el momento que escuchaba una voz...

-Buenas... bienvenido, en que le puedo servir?...- y ahí estaba de nuevo su sonrisa, esa que pasara lo que pasara no dejaba que se borrara de su rostro por demasiado tiempo, después de todo, su abuela siempre le había dicho que lo mejor que podía hacer para enfrentar las adversidades era plantarles cara con una sonrisa.

-¡Oh! ¡hola!

Hizo un ademán de saludo, cordial pero bastante informal al sentirse atrapado cureoseando por el local. El chcio frente él no parecía pasar de los 14 años y era... realmente bajito, cosa que lo enterneció al por mayor, estando a punto de preguntar por los padres de éste cuando recordó a lo que había ido.

-Me preguntaba si tenían magdalenas... y donas... y volcanes... -sonrió algo apenado, deteniendose al darse cuenta que de otra forma seguiría y seguiría-. Bueno, es que venía buscando varias cosas, pero primero que nada un par de magdalenas.

Un par porque no estaba seguro aún del sabor que tendrían, aunque, si el sabor era equiparable al delicioso aroma en el lugar, de pan reción hecho, mantequilla, glucosa y dulce... seguro eran ricas.

-Huele muuuuy bien, ¿de casualidad acaban de sacar el pan del horno?

Ante el saludo la sonrisa del morenito se hizo un poco más amplia, el mostrador de cristal apenas dejaba ver su cabeza y más o menos hasta la mitad de su torso, en verdad altura era algo que sus padres no le habían heredado, pero el no se quejaba, con respecto a su apariencia estaba feliz tal cual era.

-Pues si, tengo varios tipos de pan dulce, incluyendo los que me dice...- la verdad era que por estar poniéndose a divagar entre si cerrar o no temprano ese día había olvidado sacar unas cuantas charolas del horno, pero al menos lo había apagado.

Ante la mención del delicioso aroma que inundaba el local, Loran rió levemente asintiendo -está recién hechecito, quiere probar un poco?... cortesía de la casa...- y antes de que el rubio bastante más alto que é le respondiera entró rápidamente a la cocina y poniéndose los guantes protectores sacó las charolas del horno,, llevándolas a la parte delantera del local, dejándolas sobre el mostrador para que el otro eligiera la pieza que deseara.

-Adelante por favor...-

Ese niño era toda una monada, le gustaba su sonrisa y su buena disposición, ¿cómo era que no tenía filas y filas de clientes? derek por lo menos estaba considerando cambiar de su panaderia habitual sólo para recibir más de esas lindas sonrisas al ser atendido, por escuahcar esa contagiosa risita que le hizo planar la propia sonrisa, arrugando un pcoo la nariz, sin querer.

-No te... -ni alcanzó a terminar de responder cuando la cosita linda pareció huir por el pan, sacando una charola con este para él, permitiendo que ese olor tan agradable de antes inundara ahora su nariz... entonces el sonido de su estómago le recordó que había olvidado desayunar.

Se sonrojó un poco por ello, pero decidió mejor disculparse y agradecer la atención, tomando una magdalenda para darse una idea de qué le estaría lelvando a su padre, quitandole la parte de arriba para provarla. Casis iempre eso era lo más rico.

-Eres muy amable -dijo antes de llevarsela a la boca y al instante siguiente no evitó un sonoro "mmm"- Wow... esto está... muy rico. ¿Tú los preparás? Hasta... pareciera que se derriten, te pediría la receta pero soy un desastre intentando ahcer cosas con pan. Mmh... mejor dame unas... 5... no, 6, se van a acabar en casa de mis papás. ¿Qué más cosas tienes?

Una vez que le vio tomar una de las magdalenas se quedo contemplándole expectante y al final un leve suspiro y una nueva sonrisa fue su reacción, a Loran siempre le hacía feliz que a la gente le gustara lo que preparaba, de no ser porque de algo tenía que vivir, entonces no vendería sus panes y postres sino que los obsequiaría.

-Si, yo los preparé hace un rato apenas, son receta de mi abuela al igual que todo lo que aprendí a cocinar...- claro que el "ingrediente secreto" de Loran era el amor y la dedicación con que preparaba cada uno de los bocadillos que pasaban por sus manitas. Esa fue su primera lección aprendida "todo lo que hagas con cariño y esmero siempre quedará mejor hecho".

De la parte de abajo del mostrador tomó una charola más pequeña y unas tenazas, separando los seis panes que le pidió -mmm... pues también tengo donas, moños, bizcochos, galletas y pastitas, ademas de la especialidad de la casa...- señalando dentro de la vitrina en el centro de esta, un delicioso pastel de chocolate, decorado con frutos rojos, no solo era su postre más popular, sino el primero que su abuela le enseñara a preparar.

-Todo se ve tan rico, tu abuela es una gran maestra seguramente -comentó sonriéndole para ponerse a buscar su cartera para ver cuanto llevaba con él de dinero, echando un vistazo a los precios además-. Mmmh... ¿qué tal si me das uno de cada uno? Para darles el visto bueno.

Le guió un ojo, más juguetón que coqueto, tentado a revolverle el cabello, esque era una cosita bonita de... ¿cuánto podía medir? 1.50 máximo.

-Bueno, del pastel solo una rebanada, para mamá. Por cierto, me gusta como está decorado, no se si comerlo o ponerlo en mi sala como adorno. no se tú, pero yo si creo en eso de "de la vista ance el amor" y creo que estoy enamorado ya de tu pastel y ni lo he provado.

Loran asintió a las palabras ajenas, sonriendo sinceramente por el cumplido hacia su abuela -tuvo la paciencia para enseñarme todo lo que sé...- cuando le pidió uno de cada uno, se dejó ver un brillo en sus ojitos y sin demora empezó a seleccionarlos, desviando la mirada para que no se notara tanto el sonrojo que el guiño ajeno le había provocado.

Después tomó una cajita para empacar ahí la rebanada de pastel, asegurándose de que llevara una buena parte de decorado que al parecer le había gustado al rubio.

-Yo... tambien creo en esas palabras, por eso... es que me esmero en que todo se vea tan apetitoso como sabe...- tomó luego una cucharilla pequeña cogiendo con ésta un trocito de pastel y se la tendió al más alto con esa adorable sonrisa suya.

-Oh, yo dudaría que se necesitara tenerte paciencia, no te ofendas, pero pareces más del tipo tranquilo. Al menos, yo, no podría desesperarme contigo aun si lo intentara, y lo digo en serio, tengo un hermano que se podría parecer un poco a ti y jamás, por más que tratado de enojarme con él y darle una lección, lo he logrado.

Negó a sus palabras.

-Supongo que soy muy consentidor para mi bien.

Se había entretenido viendolo guardar las cosas y, siendo, evidentemente, del tipo conversador, no había parado de hablar hasta que se vio enfrentado por una pequeña cucharita con algo de pastel en ella. La miró curioso un segundo y al siguiente sonrió.

-¿Para mí? Qué amable.

Tomó la cuchara de forma completamente natural, casi descuidado, sin tomarle importancia al haber rozado los dedos del menor, con esa inocencia casi infantil de quién recibe un regalo siendo incapaz de negarse, llevandose la cucharita a la boca, dejándola limpia apretándola con los labios mientras degustaba con un exagerado sonido de satisfacción.

-Mmh... lo dicho, estoy perdidamente enamorado... mmh... -lamió la cuchara por lo poco que le había quedado, como si se tratara de una paleta, para dejarla después en el mostrador-. Definitivamente tengo que volver después... ¿tienes una tarjeta o algo? Télefono...

Tema: Re: Magdalenas y otros dulces Lun 14 Nov 2011, 01:49

Se sintió levemente cohibido por el halago que eran para él aquellas palabras, aunque también trajo a su mente el recuerdo de qué fue lo que orilló a su abuela el enseñarle repostería en un principio.

-La verdad es que cuando era pequeño solía ser algo... voluble, podía estar tranquilo y a veces hasta decaído y al siguiente instante andaba de un lado para el otro, así que mi abuela, buscando algo que me calmara y que a la vez no descuidara su trabajo, empezó a enseñarme a cocinar para que pudiera ayudarle...-

Dejó escapar un sutil suspiro al pensar en su abuela que había sido como una madre para él al crecer sin la verdadera, tenía ya varias semanas sin ir a verle, pero no quería que se preocupara por los líos que estaba teniendo, así que prefería esperar a resolverlos antes de visitarla. No pareció salir de su ensimismamiento sino hasta que le escuchó decir al rubio que se había enamorado, y se sonrojó un tanto más al notar que no había prestado atención del todo a lo que le había estado diciendo, ojalá que no pensara que era un grosero.

-Ah... lo siento yo... enseguida le doy una...- se acercó al mueble donde estaba la caja registradora, tomando una pequeña cajita de plástico de donde sacó una tarjetita que le tendió al mas alto aún algo apenado por haberse ido a la Luna de buenas a primeras -me dará mucho gusto tenerlo de nuevo por aquí, estamos para servirle todos los días, y si llega a necesitar un pedido especial también se puede hacer...-

-Seguro que igual eras un niño extremadamente tierno -dijo, imaginándolo de pequeño... muy pequeño.

Lo notó distraído, pero no dijo nada, sólo sonrió y tomó la tarjeta, seguro que el menor tenía un montón de cosas en qué pensar y qué hacer.

-Por aquí me tendrás y, lo del pedido especial, ya veremos, nomás juntando algo de dinero quizás te pida algo -decía mientras guardaba la tarjeta en su pantalón-. Por cierto, ¿cuánto te debo? Tampoco te quiero entretener mucho.

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