Scarlet Oak
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 Lo siento...

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F. Wohlmuth
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F. Wohlmuth


Mensajes : 334
Fecha de inscripción : 05/07/2011

Ficha
Nombre: Bastian Xaver, Joseph Hugo, Norbert Otis, Louis Walter y Stein Yohann Wohlmuth
Edad: 48, 40, 23, 21 y 16 años
Ocupación: Corredor de bolsa, representante, chef, abogado y estudiante. Respectivamente.

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MensajeTema: Lo siento...   Lo siento... EmptySáb 19 Nov 2011, 05:41

“Sólo quiero que escuches, que me escuches realmente, no que sólo me oígas y asientas, porque puede que no te interese lo que tengo que decirle, y puede que te parezca rudo decirlo simplemente, pero lo prefiero a que me dejes hablar y hablar mientras secretamente me ignoras. No me malentiendas, sé que en algún punto de la conversación realmente intentaste entenderme y, luego, yo fui quien te llevó a rendirte en eso, que todo esto... no es porque no me entiendas, sino porque, probablemente, no me doy a entender”

Suspiró.

“Realmente, nada de esto es lo que quiero decir... Sólo... No tiene importancia. Creo, o no, no sé, ahora mismo sólo me siento realmente agotado de tratar de pensar en una buena razón para decir todos estos pensamientos en voz alta, para atreverme a hablar de lo que siento y no de... videojuegos, sólo para tener tema de conversación cuando te quedas callada”

Stein se mordió el interior de los labios, por ese momento siendo Yohann, más que Stein, y más el Yohann que conocen sus tíos Xaver y Wanda... pero tan pronto lo razona un poco toma un borde del papel en el que ha escrito con la que ahora considera una horrible letra y lo arruga en sus manos, sintiendo que sus dientes, tan fuertemente apretados entre ellos, crujen como el papel.

Aventó el papel a la pared con rabia, deseando que fuera algo de vidrio, algo que pudiera romperse y lastimarlo para que así, como otras veces, todo el dolor se concentrara en lo físico, que le diera algo de... ¿qué? ¿Para qué? Las endorfinas que el dolor liberaba nunca habían bastado para aliviar el otro dolor, el dolor con el que ya no podía y le hacía pedazos.

Seguro era una exageración, amigos más lúcidos, más le dirían que era una tontería, que sólo estaba pensando de más, como siempre, que estaba loco, cosas así, bajo líneas que se suponía tomará a juego pero que finalmente eran también crueles, como las de “no te has tomado tu medicina, ¿cierto?” Y quizás era eso, sólo eso, lo que decía su padre y que sabía que Xaver y Wanda pensaban también pero no decían así... que sólo estaba loco (o enfermo, para que no sonara tan mal) y que todo era cosa de necesitar medicamento para controlar su estado anímico.

Sonrió de forma amarga porque, al parecer, quién está enfermo de la cabeza automáticamente pierde capacidad de sentir cosas por algo más que no sea la enfermedad hablando.

“También siento, mamá, aunque no lo veas, aunque papá y tú nunca lo creyeron...”

Recordó una mascota que habían tenido, la primera que había llevado su hermano a su casa, aquella con la que parecía estar tan ilusionado y cómo al principio él mismo se había hallado deseando ser parte de esa felicidad hasta haberse sentido fuera por completo, porque su hermano (y pudiera ser que sus padres también) tomaban más en cuenta los sentimientos de ese animal que los suyos...

Recordó cuando lo mató en un ataque de ira, o lo que sea que haya sido, recordó haberse asustado de lo que él mismo había sido capaz de hacer y en lo que eso podía convertirse. Las cosas a las que recurrió, cuando se lastimaba a sí mismo, cuando empezó a buscar los juegos más violentos para ver si realmente eso podía ayudarle a liberar esos impulsos. Cuando se dio cuanta de que, aunque podía mucho tiempo, luego no, y que la persona que más odiaba y que sobre todas quería asesinar, no era nadie más que él mismo.

Stein tiró las cosas del escritorio y pensó que siempre había deseado hacerlo, pero no se sentía tan liberador como había esperado. Volteó el escritorio y tampoco y, entonces, la rabia. Quería destruirlo todo, todo en su habitación y todo dentro de él porque sabía que estaba sólo. Siempre estaba solo...

Papá y mamá creían que se aislaba porque quería, y muchas veces, la mayor parte del tiempo, sí era sólo por eso, pero también... muchas veces era porque Stein mismo se daba cuenta de que no encajaba en ese pequeño mundo que era sólo de ellos, de Hugo, Richelle y Adrian, uno en el que él estaba seguro que no encajaba.

Y le dolía, sí, pero sabía que no era culpa de ellos, era sólo suya, por su forma de ser, de pensar, de hacer, por su horrible personalidad y por sus muchos defectos, por sus fallas, por sus pecados, por... lo que fuera.

Stein podía considerarse ateo la mayor parte del tiempo, pero a veces, en momentos de gran debilidad, la influencia de su familia, sobre todo del lado de sus tíos, lo hacía preguntarse por su alma, si la tenía, preguntarse que había querido Dios hacer de él, porqué estaba como estaba, que pasaba, deseaba gritarle a algo y a veces, esa fuerza, ser, dios invisible en el que tanto creían sus padres (pero del que no respetaban casi ninguno de sus mandamientos) era el único. Ya más lúcido, menos quebrado, se lo recriminaría, por pensar en las que él cree son tonterías, pero ahora... ahora mismo sólo quiere culpar a alguien más que no sea a sí mismo.

Quiere morir y no teme gritarlo más de una vez, no cree en el cielo, ni en el infierno, ni en la vida después de la muerte, el karma o la reencarnación, así que, realmente no importa, quiere morir para que todo eso acaba, para que todo lo que tiene en su cabeza se desvanezca, para hacerle un favor a papá, a mamá y a Adrian.

La habitación estaba oscura por una idiotez, porque al parecer, en algún momento de su arrebato, aventó un libro (o algo) al foco y lo rompió. Supo de inmediato que tendría problemas para cambiarlo, que tendría que pedirle ayuda a su papá y después sería regañado cuando escucharan cómo es que la bombilla terminó rota.

Ahora no importa tanto. Le duele el pecho por hipar, y la pierna que hasta ahora recuerda no debía forzar mucho para no reventar los puntos... ah, sí, ahora está sangrando tras las vendas y el pantalón, y mamá se enojará por cómo ensució la ropa... Pero eso tampoco importa, ¿no?

Las lágrimas cayeron desconsoladas mientras Stein se ocupa más de recriminarse lo patético que es por estar llorando de esa forma, por estarse sintiendo tan mal por esas tonterías, por ser incapaz de matarse y de haber fallada tantas veces, por ser muy cobarde como para dejarse morir y aún más para aceptar que tal vez debe intentar sólo seguir viviendo.

Se había terminado por dejar caer al suelo, recargado en la pared, aceptando la culpa de todo, hasta de lo que ya no sabía, deseando que lo que había de sangre corriendo por su pierna fuera suficiente para desangrarlo, para arrancarlo de esa vida que tanto odia de una vez. Al fin, no hay nadie en casa como para que vayan a detenerlo.

Pensó en unos cuantos amigos, los pocos a los que considera como tales, reconoció a los que se enojarían con él por morir, los que haría sentir mal y corrió sintiéndose culpable, pero tratando de convencerse que al final eso sería como hacerles un favor, porque ya no tendrían que lidiar con él, ni ellos, ni nadie nunca más...

“Quiero morir...” susurró en voz alta en un intento de convencerse de que eso era realmente todo lo que quería, lo que lo iba a aliviar a él y a su familia, a las personas que quería, porque sí había un grupo que Stein quería.

Cerró los ojos pensando que estaba listo, que realmente estaba bien en ese momento con todo, al menos el tipo de “bien” que reafirmaba su deseo de dejar la vida, y sonrió ante extraño de eso, lo extraño que él siempre había sido y sintió lástima (o se dijo sentirla) por los que lo habían conocido y habían estado obligados a convivir con él y, por un momento, y con toda la ironía que había en eso, en todo, se sintió realmente en paz.

Hasta que oyó el cerrojo de la puerta, mientras sentía que empezaba a quedarse dormido. Una reacción, sólamente, una broma cruel, esperaba, pero no. La voz de Adrian anunciando que ya había llegado sonaba lejos, del otro lado de la puerta de su habitación. Pensó que hubiera sido bueno contestarle, decir algo normal, quizás con un tono molesto, para que Adrian se molestara con él de vuelta y no intentara buscarlo o hablarle más, pero no formuló, al final, ninguna palabra para decir.

Estaba realmente dispuesto a sólo dormir y acabar con eso y con todo. Pero el “toc toc” en su puerta parecía querer impedirlo. Maldijo internamente a su hermano y su persistencia, así como su incapacidad para estar solo mucho tiempo. Realmente no quería contestarle, pensar en hacerlo sólo lo ponía triste de nuevo, porque sabía que iba a arruinarlo todo.

“¡Déjame en paz!” salió con tanta fuerza y desesperanza, junto al sollozo... golpeó el piso con coraje, por ser un idiota y porque su hermano lo era aún más porque sólo sabía decirle que no porque hubiera tenido un mal día tenía que responderle así, que lo que sea que le hubiera pasado no era su culpa y otras cosas... un momento de silencio en el que odió realmente que se le escapan hipidos lastimeros de los labios que se intentaba cubrir.

“¿Estás bien...?”

Cómo odiaba esa pregunta en labios de Adrian.

“¡Déjame solo!” demandó de nueva cuenta, con una voz más llorosa que la anterior “¡deja de molestar! ¡no quiero hablar contigo! ¡No quiero hablar con nadie!”

Hipidos estúpios, sentimientos aún más estúpidos, porque ahora le dolía el pecho otra vez y toda la paz que había encontrado hacía unos momentos le había sido arrancada de un jalón, tan violéntamente como había sido abierta la puerta para dejar ver a su hermano el desastre en el que Stein estaba convertido... claro, igual que toda su habitación.

“¿Por qué... no puedes... sólo dejarme morir y ya? Nos ahorraríamos... tanto...“

Adrian decía cosas, palabrerías que apropósito ignoraba, ahora que el mayor lo abrazaba y susurraba cosas a su oído que seguro sólo eran para en dulzarlo mientras, sabía, Adrian buscaba su móvil para llamar a una ambulancia y a sus padres...

“Sólo quiero morir...” musitó con enojo “¿es tan difícil entenderlo...? Si me amas, sólo mátame...”

Y decía cosas sin sentido, que cuando revisara en su mente más tarde las vería como cursis, como tontas, pero en ese momento eran las más reales, aunque Adrian se pusiera a llorar también y a regañarlo por decir tonterías y asegurarle que la ambulancia no tardaría, que estarían bien él y todo y que no iba a pasar anda...

Al final, como otras veces, Stein se rinde... No, Yohann, el hermano de Adrian, se rinde... es obvio que un día morirá, pero, otra vez, tendrá que renunciar a que sea ese día.

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